martes, 3 de noviembre de 2009



¿Una sociedad enferma?

Recientemente, en un popular programa de televisión, un psicólogo, hablando de la buena y mala relación de la pareja, aseguraba sin el menor titubeo que «hoy la sociedad está enferma». Y yo, como miembro de esta sociedad, me sentí tocado. Es una expresión que había escuchado antes repetidamente, y nunca me causó ninguna conmoción espiritual. Es más: hasta llegué a considerar que más bien se trataba de un tópico. Por lo pronto, me decía, esa supuesta «enfermedad» es ajena a mí. Bueno, la sociedad está enferma… ¿Y qué? Serán los otros, porque yo no me siento enfermo. Y seguía metido en la vida que, para mí, era como una juerga constante… Pero en esta ocasión, es decir, ahora, cuando ya tengo mis añitos, la frase me cala, me agobia, me lleva a preguntarme si el camino que ha emprendido la humanidad es correcto o será un error todo lo edificado hasta ahora. La sociedad enferma…, la sociedad enferma… ¿Es posible algo así? Explíquese, doctor, dígamelo detalladamente; olvídese de los tópicos: ¿En qué está enferma? ¿Cuál es su padecimiento? ¿Se refiere a que cada día se observan menos principios, menos valores, hay menos «verdades» en las que creer, o es por la locura del consumismo, del crédito, de lo que se ha dado en llamar "la vida loca" que ha acabado por desembocar en una crisis económica y existencial? ¿Se debe acaso a que cada vez introducimos menos la mirada en nosotros mismos y vivimos superficialmente, sobrevalorando cada vez más aspectos triviales, sin importancia, o es a causa de esa frivolidad desatada que parece imponerse en todos los ámbitos? ¿O tal vez se refiere a que el ciudadano no acaba de entender las fanáticas guerras o el terrorismo, esos hechos inmundos donde tanta gente es asesinada o muere por nada? ¡Ah, ya sé! ¡es por la corrupción generalizada tanto de políticos como de funcionarios y empresarios —y hasta de jueces— que no bacilan en saltarse las leyes con tal de lucrarse! ¿A que sí? ¿O será por la falta de convicciones firmes a la que han llegado los ciudadano? ¿Será porque éste se ve desposeido, asediado, maltratado física y moralmente? ¿Será porque nadie está conforme dentro de este materialismo y frivolidad en que se «desenvuelve» la vida? Sí, en algunos aspectos es aterrador ver cómo bandas de malhechores, como ETA, por ejemplo, que lleva más de 40 años asesinando gente por una hipotética independencia de su país sin que nunca haya dado un paso al frente en sus pretensiones y que hasta hemos llegado a entender que causar la muerte a otros puede convertirse en un medio de vida lucrativo. ¿Y los del Islam? ¿En nombre de qué Dios cometen sus actos terroristas? ¿Cómo es posible concebir un Dios que les pide que maten a sus hermanos? ¿Y los delincuentes que entran en una casa y se lían a golpes con los habitantes para quitarles su dinero? En África, en el antiguo Congo Belga, en Ruanda, en Somalia, en Kivo, se mata sin piedad, se tortura, se obliga a niños a participar en la guerra…
Sí, eso podría ser un indicio de que las cosas no andan muy bien.
Pero yo me pregunto, ¿y qué culpa tiene esa inmensa mayoría de la sociedad, esa «masa silenciosa», de tales desmanes. Me refiero al enorme grupo social que lleva una vida convencional, a esa gente que trabaja, que va al supermercado, consume y sostiene la economía, se preocupa por su salud y la de los suyos; me refiero a esos que ven televisión, van al cine, escriben blogs en la computadora (esto lo digo yo para incluirme entre los buenos), están presentes en los espectáculos deportivos, cuidan su casa, leen libros, escuchan música, aman y protege a sus hijos por encima de todo, los educan, inculcan en ellos unos valores si se quiere más débiles que los de antes, pero quizá más verdaderos, no tan supersticiosos ni tan llenos de amenazas, y que están impuestos naturalmente en los principios de no matarás y respetarás a tu prójimo y sus derechos. Me refiero a aquellos que son solidarios con sus semejantes y con la vida, a los que respetan las ideas ajenas.
En realidad, yo creo que nuestro mundo, nuestra sociedad responde a una actividad espiritual y física guiada por la necesidad, por la detección de situaciones anormales y perjudiciales, y por el instinto animal. Sigue un camino que si no está previamente «señalado», la sociedad misma lo crea mientras camina, y lo hace conforme a sus propias necesidades de protección y su recurrencia al sentido común. No se puede generalizar diciendo «todo está mal», porque hay muchas, muchas cosas que están bien. Solo tenemos que echar un vistazo a la historia para darnos cuenta de cómo se ha progresado. Antiguamente la vida de una persona valía mucho menos que hoy y no tenía tantos recursos para denunciar las anomalías y exigir protección.

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