sábado, 2 de febrero de 2019


Sí, estoy cada día más torpe o menos necesitado de manifestar mis cuitas. Bueno, en realidad podría olvidarme de las cosas de la vida y preocuparme más de mi personalidad. Estoy en esa fase del desengaño, de la frustración, del convencimiento de que la mayoría de las veces (o todas) la vida es un cruel desengaño. En la adolescencia y en los primeros pasos de la juventud es cuando uno se ilusiona, hace planes; la vida por delante parece una quimera interminable, algo lleno de promesas y posibilidades. Pero después, a partir de los 50 años, empiezas con la desconfianza y ésta cada vez se hace más firme