Mensaje a Angelines
Por amor a ti, por observar un respeto que quizá antes no lo mantuve tan firme, llego al extremo de mantener a raya mi tendencia y necesidad (cada día menos perentoria, eso es cierto) de atender los requerimientos de mi libido. Es decir, me he impuesto el deber de guardarte fidelidad. Mientras, para que la sensación de tu presencia tenga efectos veraces, me induje la decisión de rechazar tu muerte. Tu muerte espiritual, entiéndeme, porque la física he tenido que aceptarla (¡qué remedio!). Y he infundido en mi mente distintas estratagemas alentadoras, acogiéndome a pensamientos como el del filósofo Gabriel Marcel, aquel que dice "Amar a alguien es decirle: tú no morirás jamás porque aunque hayas muerto vivirás en mí mientras yo viva". O usar como estandarte la frase de Rilke dedicada a una amante difunta donde expone que "otra vida comienza allí donde ella está". Además, trato de apuntalarme con nociones y sentimientos referidos a la trascendencia de los espíritus, y me consuelo diciéndome que no puedo ser tan estúpido y caer en el autoengaño de creerme que hablo contigo cuando, en realidad, hablo con la pared. Si a veces converso contigo es porque te siento, porque intuyo que me escuchas, porque detecto tu espíritu cerca de mí. Hay veces que en mi cámara de recepción interna parece resonar tu suave y juvenil voz para calmar mis desaforadas actitudes y dar un sentido más noble a mi vida… Alguien me lo discutirá, no lo dudo, porque no parece un pensamiento propio de una mente equilibrada, pero ¿está en condiciones de demostrarme lo contrario? Y es que si la Naturaleza me ha dado esta facultad de soñar, imaginar, fantasear, sensibilizarme y abrir mi entendimiento hacia una concepción espiritual de la existencia, donde la muerte definitiva no es admitida, ¿cómo puedo negármela si propicia en mí la sensación de tu presencia? Y, en todo caso, «prefiero una locura que me entusiasme a una verdad que me abata», que dijo Wieland.
"Tu amor me dejó la imagen de la belleza consoladora, y esta imagen torna a mí siempre que quiero, es fiel a la evocación de mis sentidos y al anhelo de mi alma.
ResponderEliminarUn perfume tuyo, una letra, cualquier cosa tuya, eres tú y como me diste todo en tus días de amor, ese perfume, ese beso, al tornar vienen de aquel recuerdo amable...que eres tú, que aunque tú no lo quieras eres tú...
Porque tu imagen es algo tuyo, si tú no existieras ella no sería nada. Y vienen a mí, y me besa, y me encanta y me consuela tu imagen... la imagen de tu amor y de tu vida. Es inútil tu desvío. Te tengo aprisionada en la memoria, que es cárcel bien guardada por mi amor. Y mi amor, ciego y loco, abre las puertas y te besa y te adora y no sabe si es imagen o si eres tú".
Deseo hacerte llegar estos versos de J. R. Jiménez.
En ellos se percibe el amor, al igual que en tus escritos percibo el que tú sientes por Angelines.
Los he sacado de "Baladas para después " de 1911.
Espero que sean de tu agrado.