viernes, 9 de octubre de 2009


¿Terminará todo con la muerte?


Me cuesta mucho aceptar que la muerte sea el fin de todo, es decir, que todo concluya ahí, que ese sea el final definitivo de la percepción que tenemos de la vida. Me cuesta admitir que nuestros desvelos, nuestros sacrificios, nuestras buenas obras, nuestros conocimientos, nuestra cultura, nuestro sentido de la vida, de la belleza y del amor perezcan junto con con nosotros y no sean útiles para imponer una trascendencia. Siendo así, convierte la existencia en un disparate, en algo absurdo, carente de sentido. Claro, por otra parte, el caso contrario también es una enorme incoherencia, algo que no tiene razón de ser, porque no tendría explicación que la vida continúe tras la muerte. ¿Para qué y con qué fin? En realidad, si lo vemos bien, da lo mismo que la vida tenga trascendencia o que no la tenga, que continúe o que se acabe, porque la vida en sí es lo que carece de sentido. Lo más razonable es que no hubiera nada. O que lo hubiera pero no existiera nadie para detectarlo. Porque, ¿por qué mis ojos ven, aunque no vean todo sino solo lo que la Naturaleza quiere que vean? ¿Por qué mi lengua detecta los sabores y se deleita con ciertos manjares? ¿Por qué mi corazón salta de alegría cuando ocurre un acontecimiento considerado como algo extraordinario, cuando no hay nada que sea extraordinario, ya que todo es igual y nada tiene sentido? ¿Por qué mi nariz olfatea determinados olores y eso hace que mi apetito se desarrolle o se retraiga? ¿Por qué razón mi pene tiene una erección cuando mis ojos ven a una mujer desnuda o mi mente piensa en ella? ¿Quién ordena que la sangre fluya en él y lo ponga en condiciones de penetrar una vagina hasta derramarse dentro de ella tras unas convulsiones de placer y que después los espermatozoides fertilicen un óvulo, y esto produzca un individuo igual que yo, con dos piernas, una mente, una nariz, una lengua y dos ojos para continuar por la vida en una caminata interminable sin destino? ¿Es que no veis la necedad de semejante acción? ¿Quién quiere que los espermatozoides creen otro individuo que se parezca a mí y que herede mis genes y parte de mis costumbres? ¿Para qué todo eso si yo después me muero y en ese mismo instante todo se acaba para mí? ¿Quién desea que esta cadena de despropósitos continúe? En realidad, la vida es tenebrosa, y en muchos casos repugnante y, sobre todo, pasajera, indiferente a todo, a mi muerte y a la tuya… Y no es cuestión de darle vueltas. Hay muchos seres —la mayoría— que actúan maquinalmente y no se hacen preguntas, como las células y los animales. Esos son los más apreciados por la Naturaleza porque hacen su trabajo y no se preguntan por qué lo hacen. La mecánica de la existencia puede ser una imposición, una exigencia absoluta, sin nada que cuestionar. El día que la humanidad cuestione su significado de verdad, la vida se acabará porque no encontrará la respuesta…

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