domingo, 18 de octubre de 2009




El complejo de Sísifo…


Nunca antes había tenido a mi disposición un instrumento como este del blog, donde puedo expresar mis ideas y mis memorias y proponerme yo mismo algunas aventuras intelectuales. Y espero tener constancia porque no hay que olvidar que yo soy Sísifo, el que intenta subir la piedra hasta la cumbre por castigo de los dioses y cuando casi estoy a punto de llegar a la cima, la piedra se me va de las manos o fallan mis fuerza, y rueda montaña abajo. Después, ya se sabe la historia: vuelta a empezar… Esto me lo adjudicó Mada Carreño, la segunda esposa de mi padre y casi mi madrastra (¿o mi madrastra en verdad? ¡Es tan desagradable ese nombre…!), pero, sobre todo, mi gran amiga, la mujer que me hizo ver la vida de diferente manera a como yo la veía en la España franquista, de donde yo procedía, la mujer que me inició en el periodismo. Ella, sobre todo, fue la que me enseñó que el espíritu no tiene nada que ver con la religión. Que es un negociado independiente. Mada me dijo un día que en mí se daba el mito de Sísifo. Al principio esta definición me enorgullecía. Luego, según fui madurando, no tanto. Para ella –que me conocía mejor que mi propia madre–, mi delirio era comenzar, crear, meterme en algo nuevo. Al parecer, ahí es donde surgía mi personalidad dinámica, mi ilusión por destacar y brillar, mi afán conquistador. Luego, poco a poco, comenzaba a decaer y a desanimarme, a perder interés en lo que estaba haciendo, sobre todo cuando comprobaba que a mi alrededor las cosas, las acciones comenzaban a convertirse en rutina. Y es que, ¡uff, la rutina! ¡No sé cómo huir de ella! Yo creo que a esa composición que se da en mis genes se debe que mi vida haya sido siempre un perpetuo cambio, de país, de trabajo, de ambiente… Soy un soñador y siempre me gustó poner mi mirada detras del horizonte. Eso me ocurre desde que era pequeño. Mi imaginación me transportaba lejos y me convertía en un ser individual, poco afecto a sentirme oveja del rebaño. Así fue en las escuelas por donde pasé, en mis trabajos y todos los lugares por donde transité. Aquí mismo, en San Juan, entre mis amigos nuevos, algunos me deben considerar un individuo algo estirado, un poco clasista. Y no hay nada de eso. Lo que ocurre es que me embeleso con la vida y mis conversaciones son casi siempre profundas, interiores, metafísicas… Y no existe mucha gente que se interese o que pueda entrar en esta clase de conversación. Porque la verdad es que las charlas frívolas no me interesan mucho… Claro, ahora la piedra yace en el fondo del barranco, pero es que mi vida emocional no es nada rutinaria…

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