viernes, 16 de octubre de 2009


¿Es conveniente reconstruirse?


¿Cómo y en nombre de quién debo establecer mi norma de conducta y darle una forma cabal a mi pensamiento? Y, aún con eso, ¿qué se persigue con imponerse uno a sí mismo un comportamiento determinado y por qué hay que hacerlo? ¿Se trata de una actitud que forma parte del instinto, de una verdad programada, es decir, algo que nos impele hacia un punto alfa y omega de perfección moral sin necesidad de que intervenga la función racional, o será la disposición universal que nos invita a tomar un camino que genere paz y armonía? A veces me da la impresión de que es una preocupación baldía, algo así como fabricarse un “manual de instrucciones” para engañarse a sí mismo e ir por la vida aunque no se tenga una idea clara de cuál deba ser el verdadero camino, suponiendo que exista uno. Un comportamiento, un ideal, creo yo, ha de proceder de una razón certera, de una razón fundamentada, de un modelo factible y no basado en especulaciones más o menos bonitas y bien construidas. Pero, ¿es posible llegar a poseer tal certeza? Si entre las más de 30 religiones-raíz o de condición principal que hay en el mundo existe casi un centenar de "libros sagrados", que van desde la Edda poetica, el Canon Pali o Tipitaka, los Canon Chinos, La Biblia en varias versiones —Adventista, Católica, Mormónica, etc.—, las Analectas, de Confucio, o los Cuatro Libros Cásicos, del Confucionismo, la Principia Discordia, las cuatro Vedas, los 18 Puranas y los 108 Upanishad del hinduismo, hasta el Coran, la Biblia Hebrea, el Talmud, el Pentateuco samaritano, o el Tao Te Kin taoísta, y otros muchos, y todos se autoproclaman poseedores de la verdad, ¿a quién debemos prestar oidos? ¿Por qué sabemos que éste dice la verdad y el otro no? ¿Con quién de ellos hemos de establecer una compatibilidad? No, yo no puedo estar pendiente o atenerme y sacrificarme por un ideal que, incluso, ha podido ser elaborado por alguien que hasta pudiera ser menos inteligente que yo, o por uno que sólo busca dinero, o por otro que únicamente corre tras un liderazgo, o por aquel que lo que de verdad le interesa es la notoriedad y el poder que su "doctrina" pueda proporcionarle. ¿No es absurdo creer que Dios envió a la Tierra a un hijo suyo (?) para que nos descubriera una verdad que él mismo nos ha negado desde el principio de la vida, o que Buda, cuando ya no podía caminar a causa de su gordura probablemente causada por la glotonería, se sentara bajo un árbol y se dedicara —rodeado de los «taquígrafos» del momento, supongo, porque de él no se sabe que haya un escrito de su «puño y letra»— a descubrirnos los secretos de la vida…? Descubrir la verdad no solo es complicado sino imposible. Yo creo que la misma Naturaleza, por la razón que sea, nos ha negado el poder del conocimiento de un mundo que está fuera de nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario