lunes, 5 de octubre de 2009


Desde mi atalaya


Impulsado desde la rampa de mis conceptos actuales, desde mi forma de interpretar la vida, según la vislumbro hoy, o la adapto a mis circunstancias, he renunciado a desenvolverme dentro de una estructura socialmente activa y convencional. Para expresarme con mayor claridad, diré que he decidido retirarme del mundanal ruido y su discurso desenfrenado. Pero he de dejar constancia de que lo hago un tanto confuso y desilusionado… Es verdad que podría pactar conmigo mismo que con haber amado intensamente a una mujer y haber fabricado a medias con ella seis hijos, a los cuales eduqué y mantuve hasta su emancipación voluntaria, he cumplido con la única ley impuesta por la naturaleza. Pero no es por ahí por donde van los tiros. Aunque esa situación me deja hasta cierto punto satisfecho, no me llena lo suficiente como para considerarme plenamente realizado: muchos de mis proyectos, la mayor parte de mis sueños no se han materializado y mi vida, dados los años que tengo, ya no da para más. Cierto es que los humanos somos la única especie con la facultad de fijarse metas, de decidir qué hacer con nuestra vida; luego, a lo largo de ella interviene la suerte, la ambición, las circunstancias, la ansiedad, la firmeza en las determinaciones, el empeño en encauzar los sueños haciendo que salgan de la mente y se hagan realidad. Incluso, dependemos de la producción de dopamina generada por las neuronas transmisoras del cerebro. Y sí, crear una familia, llevar a mis hijos a la playa o al campo, hacer todo lo posible para que se sintieran felices, educarlos y amarlos ha sido mi principal postulado, mi razón de vivir, pero, aún considerando la importancia social y constructiva de tal hecho, no lo representa todo. Por otra parte, tengo que tener en cuenta las dificultades iniciales que hube de enfrentar para salir adelante y los logros obtenidos en el transcurso de mi vida —no hay que dejar de lado el hecho de que pertenezco a aquella generación que aunque no intervino en la guerra, procede de ella y que de niño no conté con el apoyo de mi padre, debido a que huyó al exilio—, cuando vuelvo mi mirada al ayer y trato de auscultar mi trayectoria, en mi mente aparecen ciertas frustraciones ante algunos sueños no cumplidos —o no cumplidos del todo—, así como ciertas deslealtades personales cometidas por mí, mas un rosario de dudas filosóficas que nunca se apartaron de mi mente. Aunque supongo que la insatisfacción es lo que hace que de una forma u otra ruede la vida. Pero no puedo evitar que esas decepciones me quiten el sueño. Se centran principalmente en el lado espiritual (o emocional para aquellos que no creen en el espíritu, pero que sí han de creer en las emociones). Y un desalentador convencimiento de que a lo largo de ella se van acumulando experiencias, conocimientos de sí mismo y de los demás, varios esclarecimientos intelectuales, se evalúan los sentimientos, se limpian las malas adherencias del pensamiento, y se hace una valoración de lo que en verdad es el amor… y cuando llegas a mayor, cuando tienes casi claro cómo se ha de construir la vida, ya no hay forma de corregir los tropiezos ni de aplicar las experiencias acumuladas… Por esa razón, yo, ahora, desde mi atalaya –o sea, mi blog–, lo único que me queda es ponerme a bien con mis fantasmas. Y eso es lo que pienso hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario