sábado, 14 de agosto de 2010


Mitos y leyendas


Con esto de la Asunción de la Virgen se demuestra que la mayoría de las historias que nos cuenta la Iglesia son puras patrañas. Primero, que no tiene ninguna lógica y ninguna razón de ser que el cuerpo de un ser humano ascienda y esté vagando por el Cielo tal como estaba en la Tierra, así, como si para él no contaran las leyes de la física, ni le influyeran las fuerzas de la gravedad… Pero, además, qué aburrido tiene que ser: los demás, siendo espíritus, ligeros como la brisa, sin necesidades ni obligaciones físicas como bañarse o comer, y con esas «prácticas» propiedades de traslación y penetración donde la materia no significa un impedimento, y la Virgen todavía cargando con el peso de su cuerpo, con todos los inconvenientes que eso conlleva: tener que mantener la línea, llamar a las puertas para poder entrar, sufrir cólicos y malas digestiones, necesidad de comer y defecar, enfrentarse a los rigores del tiempo, tener sabañones en los pies, tener necesidad de visitar al médico, cortarse las uñas de cuando en cuando, y tener que comprarse ropa, zapatos y libros o juegos electrónicos para pasar el rato, etc. No, ese no sería ningún premio, al contrario: sería un castigo. Además, los que la vieron ascender se quedarían alelados: de repente se empezó a elevar su cuerpo de la cama, salió por la ventana y se fue elevando a los cielos rodeada de ángeles. Como si fuera un globo. Y es que las religiones se las inventan a veces mejor que Walt Disney. ¿Quién sería el que decidió esta configuración dedicada a la denominada «madre de Jesús»? ¿Qué Papa con qué mente calenturienta se inventó el asunto? ¿Qué sínodo fue el que impuso tal competencia entre los asistentes para ver quién agregaba más detalles envueltos en «leyes divinas»? Es en eso y en otros muchos detalles donde se demuestra que en la Iglesia Católica, en su creación, participaron históricamente muchos ministros analfabetos, gente sin cultura aunque sí con una imaginación muy desarrollada. En eso los protestantes les llevan ventajas a los católicos: ellos están más en convivencia con los tiempos, con las realidades, con las leyes de la naturaleza. Los católicos han creado un mundo antropológico, llenos de mitos y de cursilerías que, además, no habría necesidad de ellas porque la gente no va a creer más en Dios si se le dice que la Virgen María ascendió a los cielos en «cuerpo y alma», decretos que, por otro lado, ignoran las leyes de la naturaleza o se las saltan a la torera… ¡Estamos en el siglo XXI y ya las cosas no cuelan como lo hacían hace cinco o seis siglos!

Claro, me prometí a mí mismo no meter mi cuchara en estos asuntos, pero, ¡cuántos mamporros, cuántos tirones de orejas me llevé de pequeño por tratar de razonar estos «misterios» e insistir en pedir explicaciones acerca de ellos…! ¡Ahora quiero sacarme la espina!

Además, seguro que el cura de mi pueblo no lo lee…