viernes, 6 de agosto de 2010


El revulsivo del blog


Mis hijas, a veces, me llaman la atención porque en alguno de mis blogs revelo ciertos hechos que, según ellas, pertenecen al dominio de lo íntimo, de lo estrictamente personal. Por ejemplo, ayer, hablando por teléfono con Adita —mi hija mayor—, me censuraba que hubiera expuesto con tanta sencillez aquel «posible» milagro atribuido a Angelines, donde relataba que, con mi ruego dirigido a ella, había logrado la desaparición de un dolor agudo en la planta de mi pie…

Por lo cual esta ocasión me viene de perlas para entrar en el tema y tratar de dejarlo claro.

Aunque la vida, toda, es un milagro, yo no creo en ellos. Es decir, no creo en la existencia de los milagros porque carecen de explicación científica y filosófica, e, incluso, religiosa. Pero sí soy de los que creen en el trabajo del inconsciente (ahora —o no sé si ya desde antes— en psicología parece que hay que decir «inconsciente», no «subconsciente», como a mí me gustaría decir…). Pero sería de tontos ponerme a implorar a mi inconsciente que me cure mis males, porque éste no actúa movido por ruegos directos ni plegarias y, además, porque no sabría dónde dirigir mi súplica, dónde localizarle, en qué lugar de mi organismo está. ¿Está en la cabeza? ¿Está en el corazón? ¿En el estómago? ¿En los riñones? ¿En la oreja izquierda? No me lo puedo imaginar asentado pomposamente en un lugar determinado de mi organismo esperando que yo le rinda pleitesía y le pida favores. Y, además, no sé si me atendería porque él tiene el motor de arranque en una frecuencia indirecta y las insinuaciones directas no le gustan. O sea: no actúa movido por súplicas de tú a tú. Sin embargo, cuando me dirijo a un espíritu, aunque esté en la duda de si existe o no, sí sé dónde debo dirigirme, porque, según los entendidos de los entes espirituales, o los espiritualistas, o los peritos en cosas del espíritu, éstas, las almas, están donde uno quiere que estén ¡Ahí, a la vuelta de la esquina! ¡Ah! y también se puede utilizar una fotografía (como yo hago); o el espacio sideral, el firmamento; un árbol, una flor, incluso el sol que a los Incas les concedió múltiples favores hasta que los Conquistadores destruyeron esa creencia. Y cuando lo hago, instintivamente, pongo a trabajar a mis fuerzas del inconsciente.

Ese es un hecho que nadie me lo puede discutir, ni los psicólogos ni los científicos: ¡creo absolutamente que mi inconsciente trabaja para mí y puede curarme! aunque debo detectar cómo llegar hasta él y qué lo pone en movimiento. Y ahí sí: la ayuda de Angelines es fundamental. Ella hace de mediadora…

Y hablando de mis blogs, yo los escribo para darme a conocer y para conecerme yo mismo. O sea, para que mis hijos, sobre todo, tengan una referencia más precisa de ese ser que fue su padre y que tenía escondidas algunas de sus facetas más íntimas. Y para eso expongo no solo lo que es «políticamente correcto», sino todo lo que me configura. Habrán visto que aquí hablo lo mismo de mis vicios que de mis virtudes, de mis ideas y prácticas sexuales, de la interpretación de mi vida y de mis relaciones, tanto dentro como fuera del matrimonio, y hablo de mis sentimientos como puedo hablar de mis sueños y mis falacias. Ojalá que yo hubiera tenido algo así de mi padre… ¡Pero qué va! Y, en realidad, me quedé sin saber quién era. Algo que me contó Mada pero siempre con muy buena voluntad para cambiar el criterio que tenía de él, que, por cierto, no lo consiguió… Es decir, nunca conocí a mi padre real, sino al chiquitajo aquel medio regañón que siempre andaba detrás de las chicas…

El otro día leía en el blog de la mexicana Ángeles Mastretta, Puerto libre, el cual sigo, donde exponía su concepto sobre lo que debe ser un blog. Y yo no estoy de acuerdo con lo que afirmaba a pesar de que ella es una mujer muy inteligente que admiro mucho y me suele agradar lo que dice. Para mí un blog es como un diario, donde uno expone sus sentimientos, sus sueños y sus fracasos, y todos los aspectos negativos y positivos de su vida, no solo sus opiniones y sus censuras a los demás y sus escritos para vender más libros o para que mis lectores vean qué listo soy… El blog es como la descarga de una tormenta, y de las angustias y los quebrantos del corazón, un fervor a la vida, un revivir el pasado, una ventana abierta para airear el alma… Yo, hoy, acepto todos los caminos que emprende la gente, así como sus creencias y sus litigios consigo mismo. Respeto todas las ideas, excepto las destructivas que perturban al mundo. Acepto hasta la que propone que el mundo está boca arriba y sostenido por una tortuga gigante. ¿Quién nos puede convencer de lo contrario? Pues mire, aprovecho para avisar: el día que se encuentren con esa tortuga, no me vengan a mí con reclamaciones, porque yo ya he avisado…