lunes, 2 de agosto de 2010


Come, reza, ama


La vida tiene infinidad de vertientes, y muchos caminos, y nos fuerza con incontables estratagemas, pero todos los movimientos se conjugan en dos: los que pertenecen a estados espirituales y los que pertenecen a los materiales. Y no me refiero a unos o a otros, sino a los dos en conjunto y donde sólo hay una variante: la dosis que utilicemos de ambos. Existen personas donde predomina lo espiritual, y otras donde predomina lo material. Y están también aquellas que son proporcionalmente equilibradas.

El caso de Elizabeth Gilbert, en su libro Come, reza, ama —que termino de leer en estos días—, es uno de los más representativos de este concepto.

En una descripción resumida, diré que este libro se refiere a una mujer —la propia autora— periodista, casada y con una relevante personalidad —esto conviene destacarlo—, que vive hastiada de la rutina, de todo lo convencional que hay en su vida, y también se cansa de ese tipo de amor un tanto hueco, practicado sin mucho entusiasmo o, a veces, de forma maquinal. Entonces, ella decide romper con todo porque desea darle a su vida una intensidad mayor, identificarla con otros sentimientos…

Se divorcia y emprende un camino en pos del secreto de vivir efectuando un recorrido por determinadas costumbres y creencias del mundo: pasa cuatro meses en Italia, Roma —come—, cuatro meses en India, Bombay —reza— y cuatro meses en Indonesia, Bali —ama—. El libro (del cual se está haciendo ahora una película con Julia Roberts como protagonista) entra de plano en el pensamiento y los sentimientos de una mujer, y narra las peripecias de dicho recorrido, sus encuentros con personas de diferentes culturas, su vida en un ashram (especie de internado para el desarrollo de la meditación), su relación con curanderos, gurus, y, sobre todo, la consecución de Dios así como su inserción en la vida mística.

Y, sobre todo, intenta desarrollar una nueva interpretación en la práctica del amor.

Es un libro escrito por una mujer y elaborado, creo, fundamentalmente para lectoras, o sea, no con exclusividad, pero sí mayoritariamente (yo se lo recomiendo a los hombres para que conozcan más profundamente a las mujeres, cómo éstas piensan y sienten), donde expone cómo una mujer interpreta y practica el juego de vivir (en mi opinión, con mayor enjundia, profundidad y espiritualidad que los hombres).

Claro, aquí no se trata esencialmente de abandonarlo todo y salir a darse un garbeo por el mundo, porque eso solamente lo puede hacer una periodista como Gilbert, a la cual le pagan sus trabajos los haga donde los haga, sino captar cómo hay que acondicionar la vida, cómo hay que amar, y cómo hay que disfrutar de lo material, incluso de lo que se come. O sea, de cómo cumple con tales menesteres una mujer y cómo los va asimilando e incorporándolos a su vida.

Dejando a un lado ese tufo de best seller comercial del cual está impregnado el libro —con su película como remate—, el contenido es interesante o, mejor, interesantísimo… Es un libro que «espiritualiza» a las personas, que les da a entender que detrás de esas luces de neón, de esa escandalera de la gente entrando y saliendo de los grandes almacenes, de esos pasajeros que se agolpan en el metro, de ese atiborramiento de las playas o de las autopistas, o de los clubes de moda, hay otras vidas, otros sentimientos, otras afluencias; hay otras necesidades perentorias —a las que hay que atender— tanto del alma como de la mente.

Claro, es inevitable que haya ciertas ingenuidades: un año no es mucho tiempo para cambiar unas perspectivas tan importantes y aquí todo ocurre a demasiada velocidad. Por ejemplo, hay un muestrario de formulas para encontrar a Dios y relacionarse con él, lo cual, según el libro, parece relativamente fácil (la autora lo encuentra dos veces…), pero no lo es tanto (yo llevo buscándolo varios años y todavía no lo he podido encontrar, o no lo he podido encontrar del todo). Está claro que si tú crees que Dios hace volar a las aves y hace crecer la yerba, es muy fácil encontrarse con él porque puedes ver su presencia en todas partes… Pero hallar su existencia indescriptible y justificarla no es solo cuestión de viajar a Bombay. Creo. Se trata más bien de introducir tu sensibilidad y tu percepción por el sendero espiritual adecuado y habilitar tu entendimiento…

Respecto a las escenas de amor con el brasileño Felipe son tan intensas, tan espirituales que dan envidia. Parecen sacadas del Kamasutra. Son buenas, magníficas, muy espirituales, qué duda cabe, pero quizá un tanto exageradas o irreales, y, sobre todo, muy literarias. Además, ¿es posible sostener una relación tan intensa con el paso del tiempo? Si se pasan tantos momentos metidos en la cama, podría ocurrir que acaben cayendo en la rutina… Para mí lo más valioso de estos encuentros es que nos acerca a la representación espiritual del sexo, lo cual contiene unos sentimientos que pueden convertirse en permanentes, porque se basan en una interpretación distinta y te adicionan a sentimientos diferentes.

Aquí, donde yo vivo, cada vez que una mujer del condominio me ve con el libro en la mano, enseguida me dice: ¡Ay. Yo ya lo he leído! Inmediatamente le pregunto: ¿Y qué te ha parecido? Está bien, pero eso es algo que no está al alcance de todos… Otras lo alaban profundamente porque un libro que ha sido un best seller tiene que ser bueno a como dé lugar. Luego, hay unas pocas que lo alaban porque lo entienden, y que me dicen: ¡Qué bueno sería poder hacer algo así! Y yo les digo: ¡Puedes comenzar desde ahora mismo, porque el libro no promueve que te vayas de viaje a Roma ni a Bombay, sino que te animes a entrar en una vida espiritual más intensa, más sentida, más notable…


En la entrada de este artículo aparece la fotografía

de Elizabeth Gilbert, que es la misma que figura en la solapa

de la edición española publicada por la Editorial Aguilar.