jueves, 14 de enero de 2010


A vueltas con Mada


Había veces que Mada y yo nos distanciábamos sin proponérnoslo… Era como si, tras un desacuerdo o una porfía, cada uno emprendiera el camino por su lado. Pero, en realidad, se trataba de un distanciamiento instintivo, sin una causa determinante. A estas alturas todavía no acabo de entender con exactitud qué ocurría entre nosotros cuando, de repente, nos comportábamos como si fuésemos dos desconocidos o como si nuestro trato hubiese sido superficial y sin dedicación alguna, porque dejábamos hasta de hablarnos por teléfono. Hasta creo que hubo ocasiones que llegamos a rehuirnos, o sea, que hacíamos lo posible por no encontrarnos. Luego, los «reencuentros», siempre eran maravillosos, muy celebrados por ambos y muy llenos de historias y de efusividad… No sé, las rupturas tal vez se debieron a la presencia de «agentes externos»; incluso, podría haber sido, entre otras razones, a causa del marido de Mada, Antonio, que era un tipo con un carácter algo celoso, y desconfiaba —siempre lo demostró mediante comentarios sarcásticos— de ese trato intenso e íntimo que había entre nosotros (lo curioso es que luego acabó siendo un excelente amigo mío). También pudiera tratarse de los otros amigos de ella, a quienes no les caía muy bien las preferencias que me dedicaba a mí. O podría ser yo mismo tratando de cortar actitudes que, a veces, resultaban demasiado cercanas e intensas y tenían un carácter tan íntimo que podrían desembocar en una situación complicada… Quizá también era un intento de «independizarme», dado que ella era demasiado sabia y eficaz guiando mis pasos, y, al menos durante una temporada, me vi convertido en alguien muy dependiente, donde las consultas a ella eran imprescindibles, y es probable que me separara para tratar de ver si era capaz de caminar solito por el mundo, puesto que, al fin y al cabo, yo estaba comenzando y tenía que ponerme a prueba. ¡Quien sabe! Pero es curioso, porque eran actitudes de prudencia que no encajan mucho en mi forma de ser. O también parece que se trata de un signo hendido en mi composición genética, porque en mi vida han sido frecuentes los momentos buenos o felices que han durado poco y, casi siempre, debido a reacciones mías. Me ha ocurrido en algunas ocasiones que he conocido a mujeres casadas (de casualidad, no porque yo las buscara) y he acabado temporalmente muy unido a ellas debido a ese diálogo íntimo y hasta apasionado que tanto me gustaba a mí utilizar, pero que siempre me acerca demasiado a mis interlocutores. Y después me veía obligado a recular. Y es que cuando dos persona, hombre y mujer en mi caso, abren demasiado sus corazones, surge una comunicación que podría denominarse sin barreras, y es fácil que llegue un momento donde se desee llevarlo algo más lejos o aumentar la intensidad de la relación… Y ahí es cuando, si das un paso más, tienes que enfrentar situaciones emocionales que pueden cambiar tu vida. Por lo cual, en ese mismo momento comienzo a pensar cómo hubiera reaccionado yo si mi propia mujer mantuviese una intimidad verbal con otro individuo, sin importar que fuera de corte metafísico, religioso o espiritual… ¿Cual hubiese sido mi actitud?

De todos modos, es obvio que la presencia de Mada en mi vida tuvo una trascendencia. Eso no lo pongo en duda. Y por muchas razones. Si no se hubiese decidido a acompañar a mi padre al exilio (en realidad ella no tenía nada que temer), es probable que mi padre no se hubiese marchado porque lo que él perseguía era un cambio metiendo otra mujer en su vida y huyendo de todo lo anterior. Y entonces mi desarrollo hubiera tenido otros derroteros. Pero, aceptado este hecho, si ella no me hubiera recomendado que fuera periodista, no hubiera metido mis artículos en la prensa mexicana y no nos hubiera ayudado a que el gobierno mexicano de López Mateos nos concediera la autorización para viajar, vivir y trabajar en México, es probable que nunca hubiésemos ido a ese país. Y, una vez allí, si ella no me hubiera introducido en un mundo literario, de periodistas e intelectuales, muy diferente del que frecuentaba en la España de Franco, si no me hubiera explicado y conducido por la vida como lo hizo, si no se hubiese ganado mi confianza y mi amor fraternal como se lo ganó, todo hubiera sido muy diferente. Mejor o peor —probablemente, peor—, pero absolutamente diferente…

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