viernes, 22 de enero de 2010


Una jornada vivificadora


Pero, a veces, sin saber por qué, me despierto de repente cuando todavía no ha amanecido. Y no se trata de un despertar brusco, sino lento, suave, sin los aspavientos que conlleva el insomnio. Estaba dormido y de buenas a primeras, estoy despierto. Así, sin más. Trato de descubrir la causa —que estaba soñando con algo agitado o brusco, o que se debió a un ruido del exterior, o al ladrido de un perro, por ejemplo—, pero no la encuentro. Y como veo que estoy demasiado despabilado, empiezo a considerar que tendré dificultades para volverme a dormir, así que me levanto sin titubear. Al principio, deambulo por la casa como un fantasma, mientras mantengo las luces apagadas y procuro no hacer ningún ruido, como si temiera despertar a alguien, lo cual no es posible porque soy el único habitante… Me preparo un café con toda la lentitud del mundo y salgo a la terraza con la taza en la mano. Observo el exterior con la misma pasión de siempre. Hay algunas estrellas en el firmamento. Identifico a Marte y a Venus y, quizá, a Mercurio. Veo una gran estrella titilando allá, a sopotocientos años luz y no puedo evitar una sensación extraña ante lo inabarcable. Así que bajo mi imaginación de nuevo a la Tierra y fijo mi atención en todos esos apartamentos que circundan el lugar donde me encuentro, en los edificios colindantes con el mío y en todas esas casitas cercanas, y deduzco que solo hay gente durmiendo, dado que no hay ningún vestigio de vida… Es normal, porque son las 4 de la mañana. Pero no deja de ser curioso que habiendo tanta gente cercana a mí —¿1000 o 2000 personas?—, que todos estén durmiendo, que no haya ningún noctámbulo o alguien que trabaje durante la noche. El hecho de que tanta gente duerma equivale a otros tantos sueños… Algunos serán agitados; otros suaves o poéticos, y los habrá desbaratados, sin pies ni cabeza, como suelen ser los míos. ¿Llegará un día que la tecnología nos traiga la posibilidad de contemplar físicamente lo que una persona sueña? Pero, de todos modos, ¡qué curiosa y organizada es la vida! En realidad, todo parece estar así dispuesto para que los seres humanos podamos organizarnos sin contravenir las leyes biológicas, sin sentir una desmesura en cualquiera de las actividades que cumplimos. Está concebido con mucha adaptación a nuestras facultades: para que durmamos ocho horas (durante las cuales, generalmente, es de noche), trabajemos otras ocho y dediquemos las ocho restantes a solazarnos, alimentarnos y relacionarnos. En realidad, cada jornada es como un símbolo de la vida misma: nos despertamos —nacemos—; nos desperezamos y vamos entrando en el tráfago de la vida a medida que nos aseamos, llevamos a nuestros hijos a la escuela, hablamos con los otros seres, almorzamos, trabajamos, reímos o lloramos, según, comemos, vemos televisión, comentamos los sucesos del día, nos pronunciamos por este o aquel otro asunto; es posible también que hayamos ido al cine, o a comprar un objeto necesario a un gran almacén, Todo ello simboliza la vida misma… En esto comienza a entrar la noche, van apareciendo las estrellas. Es cuando la gente tiende a la calma y al reposo. Es el momento en que la familia vuelve a reunirse en casa. Después viene la cena y el intercambio de los sucesos que han tenido lugar durante el día para cada uno de nosotros. Finalmente, nos va entrando sueño y sentimos la necesidad de irnos a dormir —que sería como morir un poco—. Es como una somnolencia biológica, una pausa en el quehacer diario… Y mañana, vuelta a empezar…

Pero, ateniéndome a ese resplandor que comienzo a ver tras la montaña, siento que la vida tiene sus objetivos. Que todo está concebido y adaptado a nuestras necesidades de vivir, trabajar y dormir. Y que si no ocurre así en algunos casos es porque los seres humanos nos hemos desviado de los requerimientos de la Naturaleza.

Y, a medida que mis pensamientos me van «explicando» la vida, voy sintiendo el placer que me produce el simple hecho de contemplar el amanecer. ¿Esto es la felicidad o se trata de una simple satisfacción interna, sumamente vivificante?

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