jueves, 7 de enero de 2010


La razón de nuestra presencia en el mundo…


Supongamos que existe Dios y es quien nos ha creado. Y, además, para no llevarle la contraria a los científicos, aceptemos que su método de creación coincide precisamente con la confusa y dispar explicación que dan ellos respecto a cómo surgió la vida, y cómo fueron ensamblándose los distintos elementos mediante reacciones químicas al azar ocurridas en nuestro queso de bola, las cuales, combinadas más tarde, formaron los primeros compuestos orgánicos que produjeron el inicio de la evolución y que, más adelante, originaron los primeros seres vivos del planeta hasta llegar a lo que somos hoy. En ese caso, habría que suponer que Dios es el supremo científico y que nos construyó aprovechando las condiciones propicias de este planeta —existencia de atmósfera, temperatura moderada, agua abundante, presión atmosférica y abundancia de perejil. Fue como si sembrara una semilla, o varias. Y después dijera: «Esta semilla es para que surjan las patatas; esta otra para que nazcan las gallinas y pongan huevos; esta para que crezcan los olivos y que cuando sus frutas sean «apachurradas» se conviertan en aceite. ¡Bravo! Con estos ingredientes ya se puede fabricar la tortilla de patatas… Ahora —siguió pensando Dios muy concentrado—, hay que crear los seres que se la coman…». Y entonces creó al hombre y a la mujer. O sea: estamos en el mundo para que la tortilla de patatas tuviera una razón de ser, es decir, para que hubiera alguien que se la comiera… (lo malo fue que después llegó un tipo medio defectuoso, y se le ocurrió agregar cebolla). Mira por donde acabo de descubrir el propósito de nuestra existencia. ¿No decían los sabios que no había ninguno, que nosotros estamos aquí solo para verlas venir?, ¿o que todo era casual y carente de sentido? ¡Pues yo he descubierto la razón, lo que justifica nuestra presencia aquí, en este mundo redondito! Oigan bien: ¡La causa de que existamos es la tortilla de patatas! Y por favor, por favor, no piensen que merezco el premio Nobel o en proponerme para ser tenido en cuenta. Yo no hago las cosas para recibir premios. Es más, les voy a dar otra receta gratis: 1, agregarle una pequeña porción de chorizo picante bien cortadito en trozos menudos, y 2, freír las patatas a fuego lento con poco aceite en una sartén con tapa, y revolverlas con frecuencia. Y si acaso —este sería el dato número 3—, agregar en las patatas mientras se fríen una cucharadita de pasta de ajo mezclado con perejil. Eso la convierte en una auténtica delicia. Ya verá cuando se la coma, se sentirá feliz y dirá: mereció la pena haber nacido…

1 comentario:

  1. ¿Sarcástico hoy? ¡Ay, Jacinto, Jacinto!
    Pero, vaya, uno puede tener el ánimo que quiera.
    Lógicamente, somos dueños de nuestros sentimientos en cada momento. Unas veces nos sentimos sarcásticos como creo verte hoy, otras terriblemente afligidos, y algunas, muy felices, tanto que nos sonrojamos ante la mínima mirada que nos llega de alguiel, sí, nos sonrojamos porque creemos advertir que la gente lo nota, yo diría que lo siente, siente cuando la gente es feliz, casi más que cuando estamos tristes, en estos momentos últimos, escondemos nuestro dolor, nuestra aflicción, no queremos dar lástima y hasta, yo diría que surge el sarcamo, ¿puede ser?
    en fin, mi querido amigo, tengo que decirte que la tortilla de patatas está francamente deliciosa, pero por favor, no le pongas ajo, todo lo más perejil. Un abrazo.Mª Dolores, tu amiga ¿valenciana? bueno, al menos en Valencia vivo.

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