domingo, 11 de abril de 2010


A los 10 años


Hoy, al cumplirse diez años de tu fallecimiento, mía Angelines, como ofrenda a ti y en homenaje a tu siempre vivo recuerdo, reproduzco este texto que fue escrito a raíz de tu dolorosa pérdida y que, para mí, continua vigente.


Debatiéndome como estoy entre la fascinación y la duda, querida mía, permíteme fantasear y suponer que eres un ser consciente, que disfruta de otra vida en otro lugar. Y, puesto a ello, déjame deducir que si tu ánima, además de haber trascendido, mantiene conciencia del pasado, es probable, entonces, que te haya sido otorgada la facultad de la clarividencia, virtud con la que estarás en condiciones de comprender la irrazonable razón de la actitud humana.

Mi delirio acerca de tu insólita propiedad me lleva a la conclusión de que, tal vez, en tu nueva advocación, te has de sentir predispuesta a disculpar las torpezas en las que pudo haber caído una mente arrebatada como la mía. Antes lo hiciste: con más razón has de hacerlo ahora dado que cuentas con tales propiedades sublimes. Y ante tan espléndida indulgencia vertida sobre mi maltrecha conciencia, al percibirla mi ser, recobrará la paz que necesita. Y el misterio de tu presencia junto a mí tendrá mayor verosimilitud.

Una vez disculpado de mis transgresiones, si esta presunción tiene visos de certeza, en ese lugar donde tú puedes estar, no dudo que gozarás de la ductilidad requerida para penetrar en mi alma y conocer la fortaleza, la autenticidad y consistencia de mi sentimiento hacia ti.

Con lo que, sin salirme de la base expuesta, o sea, manteniendo mi divagación como promotora de la inspiración producida por tal fantasía, concluyo mostrando mi sospecha de que ahora, cuando conoces el secreto de la existencia, has de saber si, realmente, en nuestro deambular por la vida, somos asistidos por fuerzas provenientes de mundos inescrutables; es decir, si indefinidos entes no humanos coexisten con nosotros y se inmiscuyen en nuestras vidas.

Saco a relucir este detalle a propósito de nuestro encuentro y la consiguiente historia que trazamos juntos, en contra de tantos imponderables y de tantas taras personales, llámense inseguridad, timidez u otros prejuicios, sin dejar de sopesar la enconada persecución que nos infligieron en un intento de convertir nuestro amor en indignidad, y que a punto estuvieron de lograrlo. Te expongo este interrogante porque tal pareciera que, en nuestra unión, alcanzada y sostenida únicamente sobre bases de preferencias personales, no convencionales, podríamos pensar que existió la intervención sobrenatural.

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