Así es mi vida, y así deseo que sea
Sin caer en egoísmos ni excentricidades; sin convertirme en un tipo reacio, terco ni obstinado; sin dejar de mostrar a los que quiero, eso, que los quiero y que para mí el amor de y hacia ellos es una necesidad esencial, me mantengo en mi derecho de decidir cómo ha de ser la vida que me quede por delante… Quiero atenerme sin ambigüedades tanto a lo que amo como a lo que detesto, a lo que me satisface y a lo que deploro, a lo que aplaudo y a lo que me decepciona. Y esto lo digo sin aspavientos, sin exageraciones ni arrebatos. Solo con sencillez: así es como intento exponerlo… Porque no se trata de un capricho, ni de una originalidad, y menos aún de una excentricidad, sino que es mi único y verdadero afán. Busco pulirme a mí mismo con esta vida más armoniosa, así, tal cual la he diseñado, que me ayuda a vivir y a que mi etapa final sea más soportable. Y no me refiero a la vida física, sino a hacer todo lo que esté en mi mano para que mi cerebro no se encoja, para que no se deteriore, para que no se vea afectado por ingredientes ajenos, y, sobre todo, para que no vea burros volando en lugar de mariposas. Y punto. ¡Ah! y no acepto discusiones ni llamadas al orden, ni pongo mi salud a subasta. Se trata de que a mi edad, ya no deben aceptarse preceptos convencionales, ni reglas elaboradas desde el «qué dirán», ni unos principios filosóficos o antefilosóficos que desfiguren mi pensamiento. No necesito que nadie implante mis estatutos porque es algo de mi competencia; ni que determine mis reglas para vivir; sólo acepto aquellas que surgen de mi «fondo de previsiones» interno… Porque mi norma es ésta, la que yo he adoptado, la que me he inventado, la que he considerado aplicable para mí mismo. Así que no me llaméis viejo terco, cascarrabias, incapacitado mental, ni obsesionado. Me he salido de la ruta, lo acepto, pero ha sido para inventarme un camino más apropiado, que me conduzca instintivamente a lugares ideales, que estén más en consonancia con mis anhelos y con aquello poco que va quedando de mis pasiones y de mi arraigo. Y para implantar una vida más afín conmigo, y sostenerme en ella, he inventado mis propias herramientas, como ésta de escribir mientras voy analizando mi entorno y a mí mismo, y, para ello, he asimilado mis sensaciones y mis delirios, me he acogido con más claridad a lo que sirve para desvincularme de lo que no sirve. Ahora soy yo, el verdadero, el dueño de mí, el que decide mi vida, el que se sujeta a la existencia con un pensamiento más puro, con una actitud más leal hacia mí y hacia los que me rodean, con un sentido más ajustado a mis circunstancias… Antes, tenía que actuar en correspondencia con lo que los demás esperaban de mí; ahora, no. Ahora soy yo. Con una nueva visión del amor, con mis sueños nuevos y mis desvaríos, tal vez algo locos…
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