martes, 6 de julio de 2010



Vida espiritual a pesar de todo


Ya lo dije antes: de la misma forma que a los seres humanos nos ha sido negada la facultad de volar —aunque la hubiéramos deseado fervientemente—, también se nos ha cerrado la puerta de acceso a temas más profundos, es decir, entre nuestra capacidad de conocimiento no hay cabida para lo que se refiere al secreto de la vida, de su razón de ser y todo lo que pueda esconderse detrás de ella. Los científicos, los sabios, los filósofos, los religiosos hablan y hablan —a veces utilizando cierta verborrea— pero sin estar seguros de lo que dicen, lo mismo si es en un sentido que en el otro. Se pueden tener ideas, argumentar hipótesis, estimular las neuronas con teorías más o menos disparatadas; también se puede tener una fe que nos lleve a interpretar la creación como la obra de un Dios poderoso, o, agarrados al concepto materialista, podemos considerar que todo se debió a extrañas, casuales e inciertas combinaciones químicas y algunos complementos físicos, pero la verdad es que nadie sabe nada de nada; nadie puede hablar con certeza de tales fenómenos. Todo son suposiciones, conjeturas, razonamientos científicos desorbitados, creencias, ofuscaciones, ilusiones, cálculos, y deseos de eternidad, pero solo eso: utilización ofuscada de la mente.

Admitamos con la mayor sencillez que todo está planificado de ese modo por la Naturaleza, por el acaso, o por otras fuerzas cuya representación se fuga de nosotros y vive lejos de nuestra comprensión… Pero, aún así, no podemos negar que la duda —presente en todas las mentes, excepto en la de los cretinos— puede formar parte de la estrategia, dado que ella es la que nos motiva un comportamiento, un concepto ético, una actitud moral hacia nosotros y hacia nuestros semejantes, y que, tanto si nuestro lado más pronunciado es que poseemos un alma inmortal entregada por los dioses, o que nada va más allá de ser una concreción biológica, o una desfiguración de la mente —y que por lo tanto la conciencia y el subconsciente sólo son inventos de la ilusión y el deseo—, nuestra sensibilidad nos obliga a formularnos cientos de preguntas y fija nuestra actitud hacia las cosas y hacia nuestros congéneres… Es decir, la incógnita es saber si esa montaña plagada de árboles floridos que veo a mi izquierda cuanto levanto la vista —y que causa tanta calma en mi espíritu—, me ha sido conferida por un regidor del universo o está ahí porque sí, por mera casualidad, por una imposición biológica, sin que nadie la haya planificado. Pero debemos aceptar cualquiera de las dos tendencias con absoluta naturalidad.

No hay ninguna duda de que la vida, provenga de donde venga, es un asunto extraño, complicado, incierto. Existe una pregunta que es planteada por distintos pensadores: «¿Por qué hay algo en lugar de nada?». Es una incógnita que nunca abandonará su categoría de pregunta, por más que nos estrujemos el cerebro, porque no hay forma humana de encontrar la respuesta. El hermetismo, el misterio, el silencio en lo profundo de su ser, es la posición más determinante de la vida…

Claro, siempre hay que reconocer que dentro de este revoltijo de ideas y determinaciones existenciales, hay mentes y sensibilidades acondicionadas para ir más allá de lo que se ha dado en llamar el «velo de maya», o sea, me refiero a aquellos que trasponen el límite del conocimiento y asumen actitudes más allá de lo explicable. Hablo de los místicos, de ciertos seres sensibles, de los profetas que, aún perteneciendo a un mundo donde abunda el fraude y la presunción, manifiestan su condición excepcional. Ahí es donde el misterio vuelve a recobrar un sentido. ¿Tenían o tienen propiedades extrasensoriales Teresa de Ávila, Jesucristo, Mabel Collins, Elisabeth Kubler-Ross, Ken Wilber, Heisenberg, Alfred Einstein, Paul Davies, Erwin Schrödinger y tantos otros, o son, simplemente, síntomas de esquizofrenia o de una malformación mental? Bien, para reducir la discusión, me quedo con lo manifestado por Ken Wilber, editor de Cuestiones cuánticas: «La física trata de un mundo de sombras. Ir más allá de las sombras es ir más allá de la física; ir más allá de la física es apuntar a la meta-física o a la mística. Y ésa es la razón por la cual tantos físicos pioneros han sido también místicos».

Yo, personalmente, me he acogido a esta vida inclinada hacia lo sensible y lo espiritual, no porque piense que voy a descubrir el mundo, sino porque con ella me obligo a elevar mi mente e introducir mi pensamiento más allá de los límites. Al mismo tiempo, me salgo de esta rutina de teorías sin fundamento que circulan por el orbe…

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