martes, 13 de julio de 2010


España es diferente…


He estado unos días subyugado con el fútbol, anonadado, soñando y soltando mis lagrimitas (de emoción) de cuando en cuando. No creía yo que el fútbol me afectara de tal manera. Sí, siempre he sido aficionado y en mi primera juventud, hasta jugué —de portero—, pero poco a poco, a lo largo de mi vida, fui perdiendo afición, viendo con demasiada atención los desperfectos de este «deporte», los malos arbitrajes, los sentimientos extradeportivos, la intervención política y, por qué no decirlo, la corrupción a todos los niveles…

Pero esto es diferente. Además de embelesarme con el excelente juego de la selección y de, por fin, ver a España dentro del grupo selecto de países al menos ganadores de un mundial, para mí ha tenido un cúmulo de significados: ha sido ver que por un momento España se convirtió en una Nación, rango que estaba a punto de perderse; admirar la profusión de banderas españolas en la calle, ondeando en el aire, tanto en los balcones como en las manos de los españoles, una bandera que parecía que nadie se atrevía a empuñar y que estaba perdiendo significado cada día más, y que en muchos momentos, en diversos actos de un nacionalismo deleznable, fue quemada públicamente. En cierto modo, lo que no han logrado los discursos, las ambiciones, los «delirium tremens» de muchos acomplejados políticos, lo logró la selección española agrupando a 23 jugadores en un mismo bloque y superando todos los resquemores nacionalistas. Por un momento he visto a la España que me complace, la que hace que me sienta orgulloso de serlo y que me indica que estoy en este país lo mismo si estoy en Cataluña, que en Castilla, en Galicia, en Andalucía o a el mundo vasco. No deseo de ninguna manera a esa España «una, grande, libre» que pregonaban los franquistas y que tan caro nos resultó, sino a esa España diversa de ahora, pero donde exista una unidad de propósitos y la responsabilidad de perseguir nuestros sueños, y superarnos en la acción cultural, en la ciencia, en el conocimiento y en el respeto al pensamiento ajeno. También en sacrificarnos todos para salir del hoyo donde estamos derribados, y lo mismo me da que sea Zutanito que Menganito quien nos gobierne. El caso es que sus ideas sean puras y aplicables a todos por igual… ¡Ah! y exentas de ambiciones particulares…

Estos 23 futbolistas nuestros, con Del Bosque como director admirable (el cual merecería un capítulo aparte por su compostura) al frente, nos han devuelto algo de esperanza a los españoles… ¡Gracias!

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