viernes, 31 de octubre de 2014

Sentimiento
No me cabe ninguna duda de que el hecho de escribir esta novela llena mis espacios mentales, y hasta pudiera sobrepasrlos. Hay varias motivaciones importantes al escribirla: primero mantengo a Angeline cerca de mí, me obliga a pensar en ella continuamente; mantiene la función creadora en mi cerebro y en mi corazón; me convierte en una especie de dios dispuesto a crear un mundo. Y, sobre todo, me sostiene vivo y mantiene lejos de mí el viejo que soy. No elegí un tema fácil, sino que me envolví en lo más complicado de nuestro vivir, en aquello que se desenvuelve dentro de la función filosófica o en esos campos misteriosos que, si tenemos sensibilidad, veremos que nos rodean por todas partes. 
Aquí intervienen tres personajes: 
Hay un narrador, que va desgranando la historia de forma cronológica pero en tiempo presente, como si los hechos ocurrieran en el mismo momento que los cuenta, y lo hace fríamente, sin comentarios paralelos y sin ponerse de parte de nadie. Es como si él estuviera presenciando la trama desde un lugar apartado y fuera narrando los detalles más significativos, lo esencial, lo que puede sugerir que no somos nosotros los que organizamos nuestra vida.
Está Eduardo, uno de los protagonistas, que tiene el sentido de que el espíritu de su esposa le habita y está cerca de él, o dentro de él, y que le escucha, le impulsa y le mantiene la inspiración. Eduardo, por lo general, se dedica a comentar en detalle los hechos contados por el narrador, a esclarecerlos, a darle un matiz espiritual. Pero, fundamentalmente, en sus comentarios, se suele dirigir a la esposa y comentar con ella hechos que vivieron juntos, así como pedirle disculpas por ciertas acciones suyas censurables o poco lamentadas en su momento.  También se duele por haber mantenido con ella esa actitud un tanto displicente a causa de un engreimiento personal. 
Y está el espíritu de Angeline, la esposa fallecida, que Eduardo piensa que vive dentro de él y que comenta hechos secretos de su vida guardados bajo siete llaves, herméticos, ocultos. Cosas relativas a sus deseos, a sus pensamientos, a sus anhelos, a su sexualidad; a la vida con sus padres y sus hermanos, y, sobre todo, su relación con Eduardo, al que venera porque la libró de una vida opaca y convencional. Se refiere a temas sexuales que suelen ser mantenidos en secreto por las mujeres. Ella es el personaje más controvertido, el más difícil de interpretar. Para describirla a ella así como sus anhelos y sus sufrimientos, o sus humillaciones como mujer, tengo que meterme en su cerebro y en su alma, y adivinar sus reacciones, sus impulsos, sus necesidades espirituales. Por esa razón se me dificulta más dado que yo no creo en los espíritus, es decir, no creo en su existencia. Y es curioso que al asumir su personalidad, siento como una metamorfosis, un signo espiritual, un fuerte cambio de mi función mental y psicológica. Es como si todo fuese verdad, o que ella misma me ayudara a interpretarla, a desvelar su personalidad íntima. Por el hecho de no ser ella un personaje propio de la ficción, o sea, alguien que se puede manipular según la necesidad interpretativa del autor, Angeline se convierte en un ser verdadero con sus sufrimientos y hasta con sus perversiones. Al mismo tiempo que manifiesta que Eduardo la mantiene viva, y que gracias a él continua disfrutando del mundo, por el cual siente cierta añoranza todavía. Ella, junto a Eduardo, va construyendo otra vida más real, menos quimérica, más amorosa… No habla apenas de las cosas del supuesto paraíso a donde se supone que van a parar los muertos. Es más, al respecto se muestra más bien confusa, o poco comunicativa  En general, es un lugar que, a pesar de estar en él, casi no conoce y rehusa describirlo. Habla de asuntos que no fueron interpretados o que no se profundizó en ellos, que fueron juzgados superficialmente por su propia familia, bien por envidias o porque veían que ella accedía a un mundo intelectualmente distanciado. Describe —o intenta describir— el mundo interior de ella, un mundo acerca del cual siempre se mantuvo un tanto hermética.

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