martes, 21 de octubre de 2014

Un escritor desconocido
Yo, normalmente, escribo durante todo el día. O sea, lo hago con el mismo fervor que si fuese un escritor profesional, de esos avezados que viven de la escritura, es decir, aquellos que están comprometidos con una editorial, que han visto sus libros publicados y que están sometidos por un contrato a un tiempo de entrega. Muchas veces me pregunto: ¿Por qué hago esto? ¿A qué estaré jugando? ¿No seré ya un poco mayor para fingir que soy lo que no soy? Pero, no, de ninguna manera: fingir no. ¡Yo me siento escritor, caramba, aunque no me hayan publicado nada! ¡Claro! ¿Cómo me van a publicar si nunca he ido con mi original bajo el brazo, de editor en editor? A no, miento. Una vez sí le llevé un original a un editor de Barcelona que me habían recomendado, un editor importante… de quien prefiero ocultar su nombre por unos gramos de decencia que todavía me quedan. Me recibió él mismo, le entregué el manuscrito personalmente, lo ojeó delante de mí, y a veces se quedaba como absorto leyendo un párrafo u otro y lo celebraba con una exclamación; de cuando en cuando me miraba con una sonrisa muy prometedora. Después de darme alguna esperanza (nada concreto, desde luego), nos despedimos y regresé a Valencia que era donde yo vivía. A los pocos días recibí una especie de tarjetón firmado por él donde me felicitaba por la calidad y el contenido de mi obra y eso me hizo concebir ilusiones. En dicho tarjetón me decía «¡Llegó tu hora! Espera cuatro o cinco meses y te daré una respuesta definitiva». ¿Hay una frase más alentadora que esta? Han pasado cinco o seis años y todavía lo estoy esperando… Creo que esa acción fallida fue la que me quitó las ganas de iniciar nuevos intentos. Y eso que el mundo editorial es lo mío. No en vano he trabajado en este campo durante casi 45 años, y lo he hecho en España, en México, en Venezuela, otra vez en España, en Estados Unidos, en México de nuevo, en España de nuevo y en Puerto Rico (ahora estoy jubilado). Pero, claro, lo sé: para ser escritor y vivir de la escritura hay que comenzar más temprano. Yo empecé como periodista pero como me convertí en un elemento tan valioso en el mundo editorial, al casarme y llegar los primeros hijos pensé (bueno, más bien aconsejado por Mada la segunda esposa de mi padre): «el trabajo editorial es lo tangible; la escritura ya llegará con el tiempo…». ¡Ah! Antes de este hecho que acabo de contar de Barcelona, envié una obra mía a un concurso de Editorial Planeta y el premio se lo dieron a una señora que era la madrina de Lara, el dueño de la editorial. Ella era una escritora conocida, lo reconozco… Pero se ha dicho tantas veces (aunque nadie le presta atención) que los concursos son para descubrir nuevos valores y no para premiar a gente consagrada (que es lo que ocurre en España). El caso es que estos sucesos me quitaron las ganas. Y entonces me dije: ¡Pues se quedaron sin mí! ¡Ellos se lo pierden! De cualquier manera, la escritura mantiene en funcionamiento mi mente y así, como dijo Clint Eastwood, retardo en lo posible la entrada del viejo en casa…
Bueno, tal vez después de que yo me muera a alguno de mis hijos le nazca el propósito de darme a conocer… 
Ahora estoy escribiendo una novela que me tiene loco porque es muy ambiciosa; ella me quita el sueño… ¡Pero eso lo dejo para la próxima entrega!

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