viernes, 12 de septiembre de 2014

Las perfecciones
Es muy difícil, incluso, hasta podría decirse que improcedente, o una lucha ciega e inútil, intentar cambiar la vida propia, administrarla mejor, orientarla por diferentes caminos o encauzarla en otras formas o como se piensa que uno, su personalidad y sus maneras, hubieran debido ser. No se puede ser piadoso cuando se es descreído; ni caritativo si se es duro de corazón; ni ordenado cuando tu método de vida es el desorden. Ni administrar los tiempos o los discursos si se padece diarrea mental; ni atemperar las pasiones solo cuando se retiene uno ante el temor a la justicia, o dominarse a uno mismo si se posee una actitud excesivamente efusiva y apasionada; no se pueden mantener los amores cuando tu aliento es malo y al hablar sueltas toda clase de perdigones, o eres descarado o desconsiderado por naturaleza. Es casi imposible imponerse unas leyes morales cuando no se cree en la humanidad ni se cree en uno mismo, o adoptar una fe cuando tu creencia es nula o difusa. No se puede pensar de manera distinta o de una manera más pura cuando en tu cerebro es tosco y mantiene una burla hacia la Ley. No es posible ser simpático cuando se es antipático de personalidad, o encantar a las personas que nos rodean cuando somos excesivamente reservados y tímidos. Así como tampoco podemos tener una verborrea relevante cuando eres un tartamudo cerebral. ¡Cuántas reformas haríamos con tal de pensar mejor, corregir nuestro desentonación moral o espiritual, tener ideas más brillantes y ser atrayentes…! Y hablo de la gente común, porque los artistas de cine y los políticos aparentan ser de una manera y son, en realidad, de otra, pero ellos viven del fingimiento, de la digresión verbal, de la gratificación económica y física, de los papeles aprendidos. Esa es su profesión. Téngase en cuenta que la mayor parte de los puntos que he tocado se refieren a la gente común, a los que dependen de los cromosomas heredados, de la educación recibida, del interés o no por las cosas de la vida, en sus funciones, en su esplendor, de las circunstancias que se van viviendo o de las que nos han permitido vivir, del conocimiento, de la lectura y el cine que contemplamos y fijamos como modelo, del ambiente donde nos desenvolvemos, y ¡hasta de nuestra apariencia física que tantas limitaciones nos impone…! No es lo mismo ser alto o alta y hermosa o hermoso que ser rechoncho y obcecado… Existen multiplicidad de libros que, en engañosa pretensión, dicen ser formativos y presumen de contener fórmulas mágicas para «perfeccionarnos», y para «convertirnos» en esa persona que nos gustaría ser. ¿Existirán formas de controlar la propia vida, de dirigir la personalidad, de reformar los impulsos, de detener las pasiones? ¡Lo dudo! Se puede ser menos histérico, o menos embustero, o cambiar la dieta para no engordar demasiado. Pero si no eres gracioso por naturaleza, nadie se reirá cuando cuentas un chiste, o pensará que es una simpleza cuando gastes una broma.

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