¿Qué pensará de mí?
¿Y a todo esto, qué pensará Angelines de mí? (es decir, qué pensaría si me estuviera viendo.) ¿Me verá con agrado o con severidad, me recibirá con amor o con un ademán displicente? ¿Tendrá confianza en mí o se mostrará dudosa? Porque yo expongo con asiduidad mi amor ante ella, pero lo hago dando por hecho que ella me ama: es algo que ni me lo pregunto ni me lo cuestiono. Pero, ¿y si no fuera así? (Aclaración: antes tendría que determinar si existe algún lugar donde puede estar albergado su espíritu, aunque para determinar tal cosa tenga que resistir los abucheos y las pitadas de mi cerebro o de mi función de razonador…). Pero evitemos los formalismos y continuemos con los encantos dictados por mi imaginación. Trataré de alimentar la ilusión de que ella me ve, que me observa con sus bellos y expresivos ojos; que sonríe al contemplarme y me envía un beso (tengan en cuenta que estamos imaginando, y aquí cabe todo…). En ese caso, y para que la ilusión sea completa, supondré que me estará diciendo: «¡Yo te amo igual que tú me amas a mí, así que deja ese tema! (¡qué bien me lo preparo!) ¡Pero tienes que renacer! No permitas que te atrapen las corrientes negativas. Tú mismo has reconocido en diversas ocasiones que la vida es un choque de sentimientos y fuerzas, es la guerra de lo bonito contra lo feo; la verdad contra la mentira; el amor contra el repudio; la fe contra la incredulidad; la bondad contra la maldad; la borrasca tratando de violentar el clima apacible. Y todo consiste en otorgar un equilibrio a los elementos. Has de considerar que todas las cosas, todas las actitudes, todas las situaciones, tienen un principio y un final…».
Sí, entiendo que concluyó aquella etapa larga (que a mí se me hizo corta) y dichosa de nuestra unión, una etapa que se puede catalogar como dulce y casi lírica; emotiva y entrañable. Y sé que tenía que terminar algún día porque en esta vida nada es eterno… ¡Pero se me hace tan duro aceptarlo…! ¿No sería preferible vivir en el ensueño, en lo intangible, en los anhelos espirituales? Ella, ahora, con la clarividencia que le otorga su condición de espíritu, contemplará mis actitudes pasadas, las verá como quien ve una película del viejo cine, y, para fijar conceptos, podrá hacer tanto replay como necesite. Y contemplará los distintos encuadres hasta estar convencida de mi condición moral; calibrará mi comportamiento durante el tiempo que vivimos juntos, y considerará mis acciones, sin dejar de sopesar lo que huele a traición, o lo que concierne a mis engaños, a mis acciones inmorales, para acabar poniendo lo malo en un platillo y lo bueno en otro… Y entonces meditará sobre la calificación que me otorga. Ella, durante su vida, siempre se inclinaba a perdonar, a disculpar las flaquezas: ¿por qué no ha de hacerlo ahora?
viernes, 1 de agosto de 2014
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