viernes, 16 de mayo de 2014

Deseos de eternidad
¿Qué es la fe? Un deseo fuerte, superlativo de creer en Dios; en un Dios protector y amigo, en un ser que me ampara y me protege, y que me convertirá en una criatura transcendente, en una criatura alentada por una fuerza impelente y que me enclavará en la inmortalidad, o me impulsará hacia otra dimensión, o tomará las medidas para reencarnarme. Esta es como una necesidad perentoria; es un forma de apaciguar a esa soledad terrífica que está depositada en nuestras entrañas, esa desolación que sentimos cuando nos encontramos solos, que suele ser la mayoría de las veces. Hay personas que sin fe no podrían vivir porque la creencia en Dios es como un alimento para ellos, una necesidad no solo espiritual, sino física. Y, en verdad, a todos, incluso a los que presumen de ser totalmente ateos, nos queda un resquicio, una mota de creencia, aunque sea minúscula, aunque no nos la expliquemos o nos falte sensibilidad para entenderla y nos pasemos la vida negándola. No es posible desechar absolutamente de nuestra mente una creencia que nos da esperanza para sostenernos, para que después de que me muera me encuentre con algo superior a lo que tengo aquí, bien sea material o espiritual, o las dos cosas. La vida es eso: esperanzas, sueños, mitos, ilusiones, afanes, deseos, delirios. Si yo, además de desearlo, supongo que detrás de esta vida existe otra superior, que es mejor retribuida, con menos penas, más justa y más equilibrada, podré sobrellevar esta de aquí con mayor sometimiento y resignación. ¿Estamos fabricados así, dentro de ese plan, con esos anhelos, con esos afanes, con  esas ambiciones de proyección eterna? Pues puede ser una señal, puede ser un indicio de que la Naturaleza nos ha creado bajo ese molde: ilusión, inconformidad, anhelo, deseo perenne, ansias de mejorar. Pero por algo será…

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