viernes, 21 de marzo de 2014



A pesar de todo,
tú alimentas mi alma
¡Es inútil! Por más que nos obstinemos, no existe ninguna explicación fidedigna. Lo mismo da acudir a la ciencia, que a la filosofía, que a la religión, que a la espiritualidad, que al misticismo, que a la lógica, que a los libros sagrados. Nunca pasa de ser producto de la imaginación, inventado, propio del deseo, o apto para ejercer el dominio sobre los otros, más humildes, más temerosos, o, simplemente, es un producto de la ilusión, de los anhelos, de la insatisfacción. Solo eso. Y es que los seres humanos no estamos hechos para autentificar las fantasías, ni para conocer nuestra procedencia ni nuestro destino. Las eternidades las creamos, las inventamos, las predicamos, incluso, nos reímos de ellas si son excesivamente irreales, y hasta nos pueden convertir en seres felices temporalmente, pero nadie está en condiciones de asegurar nada con absoluta certeza. Dios, la Naturaleza, la Vida, la química universal, nos han hecho así. Según los libros sagrados y los mitos, antes Dios estaba presente a cada momento. Pero, hoy, cuando más se le necesita, cuando nos sería más necesaria su presencia, menos está. En el momento que Nietzsche gritó «¡Dios ha muerto!», comenzamos a quedarnos huérfanos.    
Claro, cuando se observa con pasión a los seres, cuando se contemplan sus actos —buenos o malos—, cuando vemos su complicada composición celular o se ve la circulación de la sangre, cuando vemos la intrincada composición de las neuronas, que dirigen con tanta eficacia nuestros pensamientos, y los convierten en acciones, en actos evolutivos, en delirios, en amor, en solemnes extravagancias, cuando observamos el trabajo del corazón, con su tlac-tloc, día noche, durante toda la vida, bombeando la sangre; cuando vemos el imperativo de la relación sexual, que nos incita a procrearnos, a ser conscientes/inconscientes de las actitudes ante la vida… Cuando me veo a mí mismo hablando con mi difunta esposa, o escribiéndola, y diciéndole que la amo y que no puedo vivir sin ella; cuando mi amor sobre ella me lleva a creer que su muerte definitiva es imposible, que sería ridículo que un ser así desapareciera del todo, cuando siento que ella llena mi corazón y alimenta mi alma, entonces, en ese momento, me veo perdido en el bosque, asediado por las bestias que me quieren arrancar el corazón… ¿Qué será?, me pregunto. ¿Por qué tanto silencio?

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