El amor en la vejez
Dichosa tú, que todavía posees vivo el sentimiento del amor convencional y todas las exigencias que conlleva… Aunque no acabe de explicármelo. Pienso que la Naturaleza ha puesto frente a nosotros el incentivo del amor con el fin de que procreemos, que traigamos bebés al mundo. Cumplida esa misión, a partir de los 50-60, o antes, comienza la deformación física y el atractivo se va perdiendo. Pero no es solo eso. Está, por otro lado, lo referente a la personalidad, el deterioro del carácter, el emperramiento y los achaques propios de la vejez (que no solo son físicos, sino mentales o de los modos). Entonces –y perdona mi sinceridad–, en el caso tuyo, una mujer independiente, con una personalidad arrolladora, culta, que va por libre con una firme determinación, y que en 20 años, más o menos, de divorciada no has intentado con verdadero afán buscarte un novio para volverte a casar… Y ahora, de repente, parece que no puedes vivir sin compañía. ¿Qué os vais a decir? (toses y quedarse dormidos). ¿Estáis en la misma honda? Sabes por experiencia que los viejos suelen ser tercos o intransigentes. Y a veces hasta tienen una conversación insoportable (yo hice, yo hice, yo fui, yo vine y no hay forma de sacarlos de ahí).
En este mes que viene, el 11, va a hacer 14 años que soy viudo. Nunca me había imaginado que mi vida terminaría así. No sé por qué pensaba que yo moriría antes que mi mujer. O sea, no estaba preparado para esto. Claro, supongo que nadie lo está para estas jugadas que nos gasta la vida. Durante los 45 años que convivimos ella y yo (entre noviazgo y matrimonio), respectiva y continuamente nos abrimos el corazón, nos manifestamos, nos deleitamos en nosotros mismos, nos reflejamos la una en el otro y el otro en la una; abrimos nuestra alma, manifestamos nuestras pasiones. Yo me sentía tan amado por esa mujer, tan comprendido, tan bien interpretado, tan fortalecido espiritualmente que las trapisondas que le hice de vez en cuando me produjeron grandes remordimientos…
En general me gustáis mucho las mujeres y siento gran admiración por vosotras. Pero a mi edad el amor es de otra clase: más espiritual y, si cabe, más tierno. En estos 14 años he tenido dos intentos y los dos fallaron. El de Valencia duró muy poco y fue pasajero por falta de afinidad (no había ninguna relación ni mental ni cultural). La de aquí, recién llegado a Puerto Rico, con una pintora y poeta (y, para dificultarlo más, casada), parecía mas serio. Había mucha similitud de ideas, y mucha comprensión (me encantan las mujeres inteligentes, sensibles y cultas y ésta lo es). Pero –creo– que caí en hablarle excesivamente de mi anterior y única mujer, y eso la alejó de mí.
Entonces decidí atenerme a la soledad. Llegó un momento que consideré que tenía que vencer mis impulsos (mis necesidades) sexuales a base de razonar y convencerme de que la sexualidad a cierta edad es una aberración, un atavismo, una esclavitud que no está de acuerdo con los cánones de la Naturaleza y que hasta puede resultar perjudicial para la salud. Y fui cayendo en otra clase de amor, más tierno, más espiritual. Si lo vemos bien, la Naturaleza nos ha dado la inclinación sexual con el objeto exclusivo de tener descendencia. Después de eso ella misma te plantea infinidad de obstáculos físicos y morales, y situaciones ridículas. Yo, cuando salgo aquí a pasear por la playa, trato de no quedarme embobado mirando a las mujeres atractivas. Primero, que me niego a que se me considere «un viejo verde» y, segundo, porque ¿para qué voy a mirar si a mi edad una mujer mucho más joven se me acercaría para preguntarme si me pasaba algo? Hay una verdad que ya creo haberla dicho antes: si uno va envejeciendo junto a la mujer amada, no notas el deterioro físico. El problema se presenta cuando se conocen en la edad tardía (aunque hay excepciones, claro).
De todas formas, te doy mi en hora buena y te deseo mucha felicidad…