Existen muchas personas que encuentran severas dificultades para manifestar sus sentimientos o para hablar desde su lado interior, o desde su «corazón», o desde su espíritu, o desde su condición humana, o desde su intimidad. Y es que esa guerra despiadada entre espíritu y materia nunca termina, es infinita, perenne. Pero, ¿qué quieren?, así está hecho el mundo y el ser humano, con esa característica ñoña de querer un vida inventada o, si acaso, intentar explicar lo inexplicable, o todo aquello que está cargado de concreciones limitadas. Yo creo que el materialismo es más propio, más productivo, más eficiente para el funcionamiento de la vida, menos «cuestionador», porque es lo que invita a luchar sin hacerse preguntas, y abrirse paso en la función práctica; a desear consumir buenos y saludables alimentos y a vivir cada día mejor y sin esconderse. Y si sostengo esta teoría, no es por convencimiento propio (yo me siento más cerca del espíritu que de la materia), sino porque entiendo que eso es lo que funciona y lo que me dicta la lógica. Es decir: es así como se desarrolla la vida y como se progresa. Y esa teoría me lleva a preguntarme: ¿será la condición espiritual un defecto psicológico o una forma tramposa de estimular nuestros afectos y nuestro pensamiento? Tú ves claramente que el mundo depende de hombres y mujeres de acción, de quienes ponen entusiasmo en conducir empresas o negocios, y de quienes realizan una labor material. Por al contrario, cuando miras hacia los que únicamente se especializan en las manifestaciones del espíritu, como los filósofos, los religiosos y los pensadores, solo se ve pasividad, confusión, retraimiento, mitomanía, superstición… Nuestra condición psicológica, nuestra mente, nuestros afanes y nuestros anhelos nos conducen a crear un mundo deseado pero ficticio, plagado de mitos y fábulas. Y precisamente ahí es donde reside lo inexplicable: ¿Por qué forma parte de nuestra composición mental ese lado subconsciente que tanto nos perturba y nos hace desear composiciones intangibles de vida, falsas o poco de fiar, para las que no hay demostración posible? ¿Es necesario para nuestra supervivencia? Porque, además, el lado psicológico o el llamado incorpóreo o emocional en nuestra representación mística influye poderosamente en la vida de cada persona. No hace mucho leía que gran parte de las enfermedades son el resultado de emociones reprimidas o de actitudes morales insatisfechas. Es el caso de los «placebos» o medicinas inocuas: en un momento dado (en homeopatía, por ejemplo), te hacen creer que son verdaderas. Y quien las toma, si se lo cree, se cura sin que se sepa por qué. Pero es señal de que el efecto psicológico es importante para la salud. Bueno, para que mi nuera (o norinha) Robi, y Angelina, su suegra fallecida, no se enfaden conmigo, habrá que decir que hay personas que combinan muy bien los dos aspectos: el espiritual y el material. Y de todos modos y en contra de todos los arañazos que recibimos en el alma, les deseo un próspero Año Nuevo, como decimos los que nunca sabemos lo que decimos…
miércoles, 31 de diciembre de 2014
Existen muchas personas que encuentran severas dificultades para manifestar sus sentimientos o para hablar desde su lado interior, o desde su «corazón», o desde su espíritu, o desde su condición humana, o desde su intimidad. Y es que esa guerra despiadada entre espíritu y materia nunca termina, es infinita, perenne. Pero, ¿qué quieren?, así está hecho el mundo y el ser humano, con esa característica ñoña de querer un vida inventada o, si acaso, intentar explicar lo inexplicable, o todo aquello que está cargado de concreciones limitadas. Yo creo que el materialismo es más propio, más productivo, más eficiente para el funcionamiento de la vida, menos «cuestionador», porque es lo que invita a luchar sin hacerse preguntas, y abrirse paso en la función práctica; a desear consumir buenos y saludables alimentos y a vivir cada día mejor y sin esconderse. Y si sostengo esta teoría, no es por convencimiento propio (yo me siento más cerca del espíritu que de la materia), sino porque entiendo que eso es lo que funciona y lo que me dicta la lógica. Es decir: es así como se desarrolla la vida y como se progresa. Y esa teoría me lleva a preguntarme: ¿será la condición espiritual un defecto psicológico o una forma tramposa de estimular nuestros afectos y nuestro pensamiento? Tú ves claramente que el mundo depende de hombres y mujeres de acción, de quienes ponen entusiasmo en conducir empresas o negocios, y de quienes realizan una labor material. Por al contrario, cuando miras hacia los que únicamente se especializan en las manifestaciones del espíritu, como los filósofos, los religiosos y los pensadores, solo se ve pasividad, confusión, retraimiento, mitomanía, superstición… Nuestra condición psicológica, nuestra mente, nuestros afanes y nuestros anhelos nos conducen a crear un mundo deseado pero ficticio, plagado de mitos y fábulas. Y precisamente ahí es donde reside lo inexplicable: ¿Por qué forma parte de nuestra composición mental ese lado subconsciente que tanto nos perturba y nos hace desear composiciones intangibles de vida, falsas o poco de fiar, para las que no hay demostración posible? ¿Es necesario para nuestra supervivencia? Porque, además, el lado psicológico o el llamado incorpóreo o emocional en nuestra representación mística influye poderosamente en la vida de cada persona. No hace mucho leía que gran parte de las enfermedades son el resultado de emociones reprimidas o de actitudes morales insatisfechas. Es el caso de los «placebos» o medicinas inocuas: en un momento dado (en homeopatía, por ejemplo), te hacen creer que son verdaderas. Y quien las toma, si se lo cree, se cura sin que se sepa por qué. Pero es señal de que el efecto psicológico es importante para la salud. Bueno, para que mi nuera (o norinha) Robi, y Angelina, su suegra fallecida, no se enfaden conmigo, habrá que decir que hay personas que combinan muy bien los dos aspectos: el espiritual y el material. Y de todos modos y en contra de todos los arañazos que recibimos en el alma, les deseo un próspero Año Nuevo, como decimos los que nunca sabemos lo que decimos…
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