miércoles, 23 de julio de 2014

La vida entonces…
¡Que bella sería la vida si todos esos mitos que han ido formando parte de ella con el paso del tiempo fueran ciertos, ya que vienen siendo como la expresión de los anhelos de la humanidad! Entonces todo sí tendría una justificación, un porqué, una razón de ser, una verificación del existir. Supongamos que el Dios Supremo, o sea: el creador del mundo, hubiera necesitado a los humanos para, una vez aliado con algunas leyes universales, convertirlos en almas, las cuales, a su vez, constituirían la materia prima, la esencia del Universo; o representarían para Él lo mismo que significan nuestras neuronas para nosotros: la materia pensante; o que nuestros espíritus fuesen sus células, las que le den vida y hagan palpitar su corazón; o que las almas extraídas de los cuerpos fuesen las que sostendrían la vida, o fuesen su materia gris, la fuente biológica del Universo… Entonces, sí, todo estaría justificado. Pero, el problema es que la ciencia nos baja a la tierra mientras nos dice que no, que la vida es así, tal como la vemos; que te mueres y te mueres y nada de angelitos revoloteando por la nubes, ni almas incorpóreas, ni materia inorgánica, ni milagros excelsos ni sacrosantos, ni resurrecciones divinas, ni apariciones de ningún género. Por no existir, no existen ni tan siquiera los espíritus malignos
Leía el otro día un artículo (en Tendencias 21) titulado El Universo ha sido diseñado para la libertad, de Juan Antonio Roldán, donde decía que «Para George Ellis, si Dios ha creado el mundo y ha pretendido un fin, éste no es sólo el hombre, sino el hombre para servirse de él, como es entendido en la revelación cristiana: Dios ha creado el universo para la libertad. Este diseño hacia la libertad se vislumbra en los caracteres de un orbe donde es posible considerar los indicios de la existencia de Dios, pero de un Dios que ha creado un mundo autónomo en el que no nos quiere imponer su presencia.». 
Esta explicación me parece más convincente. Y no solo a mí, sino también a Stephen Hawking (el científico ateo por excelencia), con quien George Ellis suele colaborar.
Si Dios ha creado el mundo, y le ha dado su fuerza, su energía, su afán de progreso, su tendencia a luchar y abrirse paso, sus agentes con la «necesidad» de procrear mediante la aplicación del sexo, sus medios para sembrar, producir alimentos y sobrevivir y, después de dar vida a lo necesario para que el mundo se desarrolle en plena libertad, sin su intervención, sin acudir en auxilio de las beatas y los beatos, entonces lo encuentro explicable. Sus razones tendría. Luego de crearlo, es probable que diera un paso atrás y dijera: «¡Ahí os lo dejo! A ver que hacéis con él…».

No hay comentarios:

Publicar un comentario