Ser uno y varios
Cuando introduzco la mirada en mi fuero interno y siento mi corazón latiendo e insuflando presión a mi sangre para que riegue hasta las partes más apartadas de mi organismo, y a mis células dedicadas a sostener mi vida, a configurarla, o a mis neuronas en su oficio de procesar mis pensamientos, y alentar mis intenciones, y promover mis propósitos, al tiempo que cumplen con la función de gobernar mi cerebro, el cortical, quien, a su vez, dirige mis pasos y sintoniza mi conciencia con aquello que yo soy, siento como si mi realidad se evidenciara y me gritara ¡Éste eres tú y tus otros «yos» que viven en ti, y te gobiernan y hacen de ti un enaltecido, un descastado, un limpiador de cloacas, un pelagatos, soñador, héroe y villano al mismo tiempo…! Y entonces pienso en esos seres que me pueblan, en donde uno es un individuo tímido e inactivo; otro es un tipo sociable, dinámico y hasta puede que gracioso. Y siento que vive en mi interior otro fulano un tanto engreído, que mira de reojo a su prójimo y, a veces, los ve como si fueran insectos, o quizá lobos, o tal vez ángeles… Y, créeme, te descubro estas variantes de mi personalidad sin ningún tipo de presunción o desvergüenza, ya que mi vida, a veces, no siempre, está llena de situaciones disímiles, de inestabilidades existenciales, de rodeos y vamos-al-grano. Ahora, de mayor —con esa tendencia casi viciosa a auscultarme que se me ha destapado—, al «repasarme» me veo en momentos tan dispares, tan enredados, tan armoniosos, tan destripados, que me llevan a pensar que no soy yo solo, y que la estela que he ido dejando tras de mí a lo largo de mi vida es, fruto de esos seres que me pueblan, maniaco-depresivos, y que forman un grupo de reformadores abotargados, quijotescos y soñadores irrefrenables, que en muchas ocasiones actúan como poetas.
Mi situación económica, por ejemplo, ha sido un continuo subir y bajar, algo que está muy en consonancia con esta personalidad que menciono, y que tiene mucha relación con mi actuación frente a la vida. No hace mucho comentaba con un amigo que en un momento dado la carencia de dinero se convierte en una especie de reto plagado de emociones y de poner a prueba las reacciones propias, y él me miraba como si yo padeciera una locura irreversible o como si estuviese loco como una chota. Claro, no hay duda de que, dentro de esta personalidad descalabrada, existe un yo global definitorio, que impera sobre ella y la describe. Por ejemplo, si hago un análisis de los coches que he poseído en mi vida (13), ellos mismos reflejarían las pautas de mi carácter y narraría mi historia, porque, cuando he pasado de un automóvil bueno a otro mejor es señal de que las cosas van bien; pero, cuando he pasado de un coche bueno a otro peor es señal de que las cosas van mal. Y eso que, al mismo tiempo, me horroriza significarme por la clase de automóvil que poseí en un momento dado. En realidad la vida es algo más importante que estrenar un auto, porque eso es algo circunstancial y la vida no lo es. O sea, todo esto viene a significar, sobre todo, que he vivido unos momentos más intensos que otros espiritual y afectivamente hablando. Claro, tal vez, estoy alardeando de particularidades que le ocurren a cualquiera, que forman parte del ser, aunque con mayor o menor incidencia en cada persona… Pero ¿cómo yo puedo protestar de las actitudes de otras personas, si hay un día que soy sublime y al otro me convierto en un villano?