¿De dónde venimos y adónde vamos?
Pensándolo bien, y si somos capaces de analizarlo sin prejuicios y contemplarlo en su verdadera dimensión, este mundo es asombroso, increíble, fantástico, hasta parece de mentira; pero, lo mires por donde lo mires, carece de utilidad, y no tiene explicación sobre todo cuando se considera a niveles universales. Si asumimos haber sido creados por Dios, nos viene a la mente enseguida la primera pregunta: ¿Para qué un Dios nos necesita? ¿Qué puede representar para un creador que aquí, en un planeta perdido en un lugar poco significativo, situado en el extremo de una galaxia, alejado de un posible tránsito espacial, existan unos seres tan extraños como nosotros: despendolados, perdidos, que solo pensamos en nuestro bienestar físico, y es lo que viene a ser nuestro concepto de la felicidad, la cual, como consecuencia, hace que todo lo ciframos en la obtención de dinero. Pero, lo más crucial, lo más importante, es preguntarnos: ¿Y para qué nos necesitaría un ser supremo? Porque, que seamos el resultado de un acto de amor, como dice la Biblia, tampoco concuerda dado que esa es una acción un tanto trompicada, carente de sentido, obtenida del concepto terrenal e impropia de quien lo tiene todo. ¿Cómo se pueden ligar la presencia del hombre con los actos de amor celestiales? Además, decir lo que un supuesto Dios entendería por un acto de amor, es muy aventurado. El mundo, este mundo donde vivimos nosotros, no se mueve por amor, se mueve por otros factores como la ambición, el deseo de triunfar, el deseo de progresar en el conocimiento, el deseo de huir de la desdicha… Y debido al sexo, claro… Si no fuera por el sexo todo se habría acabado antes de comenzar. Por otra parte, intentar explicar lo que puede representar el amor considerado desde las esferas celestiales, no tiene sentido. Allí por lo pronto (y perdone que eche a volar mi imaginación), entre los espíritus, no puede existir la sexualidad dado que no hay procreación, y afirmar lo contrario sería enfocar las acciones desde un punto de vista absolutamente terreno. Por otra parte, ¿como solventaba Dios sus requerimientos o sus necesidades de amor antes de crearnos a nosotros si consideramos que él es eterno?
Podríamos aceptar que somos el resultado de un experimento químico-físico-biológico realizado por «alguien ajeno a nosotros», con mucha fuerza, eso sí, pero sometido a las leyes presentadas por estos elementos. Todo en el Universo se atiene a una ley de equilibrio. Todo depende de todo, tanto en lo físico como en lo emocional. Referente a los seres vivos, el otro día leía en un fantástico libro (Incógnito, de David Eagleman) que un mínimo desequilibrio en el cerebro, puede ocasionar actitudes agresivas, o de pasividad, o de depresión. Cuando nace un pequeño tumor llamado glioblastoma (cuyo tamaño es inferior a una moneda de un céntimo) debajo de una estructura conocida por tálamo, y presiona sobre el hipotálamo, éste ejerce una fuerza sobre la amígdala. La amígdala participa en la regulación emocional, sobre todo en lo que se refiere al miedo y a la agresión. Una alteración de ésta, hace que cambie o elimine drásticamente la función de los sentimientos y que provoque alteraciones emocionales y sociales en el individuo que lo padece.
Y yo me pregunto: ¿Cómo un Dios con todos los poderes habidos y por haber y que es capaz de crear seres de la nada, como nos asegura la Biblia, se vio obligado a crear unos seres con unos organismos tan complicados, donde unos elementos dependen de otros y la disfunción de uno elimina la función del otro hasta ocasionar la muerte o la locura?
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