Pensamientos locos
A veces, acerca de la vida, tengo pensamientos locos y atropellados, ideas irrefrenables, dislocadas, incluso incómodas, porque atentan contra los apremiantes requerimientos de mi mente, o contra mis razonamientos, contra mis anhelos convencionales, o contra mis quimeras ilusorias. Claro, es natural que a mi edad me acechen pensamientos de una condición confusa. Con frecuencia se ve uno envuelto en una situación conflictiva ante los indescifrables misterios de la vida, o en las controversias de los asuntos del «más allá», en la mística de las ideas, en la validez o invalidez de nuestro entorno, y en esos locos mitos que se han ido adueñando de nuestra mente propiciados por la cultura popular. ¿De qué esta hecha la vida y qué se persigue con ella? Yo, creo haberlo repetido más de una vez: por lo que se refiere a mí, no comulgo con eternidades. No me veo convertido en un espíritu: incluso, mi razón me hace desconfiar de que los espíritus existan… Aunque he soñado con ellos, y he visto cosas que se oponen a mi inteligencia, por más que trate de razonarlo, por más que busque paliativos, no puedo entender que un cuerpo descompuesto y destruido, comido por las bacterias, vaya a resucitar un día, tanto de forma material como inorgánica. Además de ser científicamente imposible, no tiene razón de ser: ¿Para qué morirse si después vas a resucitar? Además, no acabo de entender para qué puede servir un espíritu: si trabaja, si come, si defeca, si juega al mus. Y es curiosa la imperiosa necesidad que tengo de creer en ello, no solo por lo que me atraen los misterios existenciales, tanto en su composición subjetiva como en su carácter metafísico, sino por si algún día me volvería a encontrar con Angelines.
Trataré de explicar este galimatías: Mi vida de ahora, amoldada a 14 años como viudo, gira en torno a mi mujer, a la felicidad que me causaba su presencia. Y es curioso que esto me ocurra ahora, porque en los días cuando ella vivía conmigo, si bien tenía un ramalazo romántico, no lo era en exceso. Mi amor hacia ella se puede catalogar como «normal», si esta acepción representa una medida equidistante… algo que se puede considerar contrario al sentimiento de ahora que tendría que denominarlo pasión. Nos queríamos, nos entendíamos, nos divertíamos juntos, llegamos a ser imprescindible el uno para el otro; nos consultábamos las cosas; los dos unidos construíamos la vida familiar; trajimos seis hijos al mundo; nuestras relaciones sexuales, aunque decrecieron con el tiempo, todavía funcionaban, y funcionaron hasta poco antes de su muerte. ¿Qué más se puede pedir? Ella me fue absolutamente fiel –pongo la mano en el fuego, como se dice–; yo no tanto. Los hombres somos infieles por naturaleza. Queremos poner a prueba ese tono de conquistadores que nos ha dado la vida, ese impulso incontenible impuesto por nuestro pene y por nuestro ego masculino. Pero existe un «algo» que nos hermana a la mujer con la que estamos unidos y con la creamos un mundo para la convivencia, porque, además, ella nos vincula con nosotros mismos, hace que nos perdonemos y armoniza nuestra forma de pensar. Gracias a ella, asumimos responsabilidad, además de los diversos toques emocionales que ella emite hacia nosotros. Pero, en aquel entonces ni yo mismo entendía la importancia que Angy tenía para mí. Tuvo que morir para que, al faltarme ella, yo lo advirtiera plenamente. Ahora veo que Angelines era mi brújula, la que me señalaba el camino, la que cuidaba de mi salud, la que se reía con mis bromas y sabía respetar con mucha gracia mis conceptos aunque no concordaba con algunos. O sea, la vida con ella estaba llena de incentivos emocionales para mí.
Ahora, como una dulce imposición de la vida, todos los días, a cada hora, en cada momento, la tengo frente a mí y pienso en ella. Es como si fuese una concesión especial, un sentimiento que ni yo suponía que estaba contenido en mí y que me complace tener porque describe mi sensibilidad. Ahora la sueño, la siento, vive en mí y conmigo. Y si no fuera porque se trata de una idea que contradice mis esquemas mentales, diría que la veo en persona…
domingo, 8 de junio de 2014
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