miércoles, 16 de junio de 2010


Je t'aime


Dirás que tengo tendencia a mostrarme excesivamente pesado con el tema de Angelines, mi mujer. Vamos, que me estoy pasando un pelín… Y te doy la razón, porque yo también lo digo; y te confesaré, además, que entiendo que éste es un asunto ciento por ciento personal, no indicado para estar siempre exhibiéndolo por ahí como si fuese algo que nos concierne a todos… Pero, ¿qué quieres?, no lo puedo remediar. Comentar las cosas de ella, me resulta tan consolador… Es más, te confesaré algo paradójico: cuando yo era más joven y conocía casos sobre personas que tenían los mismos sentimientos que tengo yo ahora, especialmente si se refería a hombres, o sea, a aquellos que soportaban su viudedad a duras penas, me daban lástima, me apiadaba de ellos, lamentaba que pudiera llegarse a tal extremo, a un amor tan profundo pero sin encontrar correspondencia. Hasta dudaba de si era por amor o era debido a la humillación sentida ante tan cruel sino del destino. ¿Se puede depender de tal manera de otra persona, me preguntaba? Por ejemplo, aunque existen numerosos casos, uno de los que más llamó mi atención es el de Leslie Stephen, el padre de Virginia Woolf, que a partir del momento que enviudó le cambió el carácter y pensaba que la vida no había sido justa con él, y que no había nada válido ni nada tenía sentido. Y yo solía pensar: si no soportas la soledad, búscate una novia y únete a ella…

Y ahora, ya ves, ese amor, ese sentimiento irreal y confuso hacia la esposa ausente, lo «padezco» yo… Aunque mi carácter, en lugar de hacerse más arisco, se ha suavizado en honor de ella…

Porque tampoco creo que se trate de lamentos de solitario. Sí se puede sentir una situación de desamparo profundo; echar de menos aquellos momentos de comunicación intensa, de entendimiento, o añorar los sentimientos compartidos; es —en mi caso al menos— el resultado de una gran pasión descubierta después, cuando no hay forma de desahogarla. En general, es un dolor lacerante que se incrusta en el alma, al considerar que, tal vez, no se correspondió o no se manifestó un amor tan intenso, limpio y auténtico como el que recibía.

Ayer mismo veía en televisión una película que era hablada en francés, y aunque la verdad es que no la prestaba demasiada atención, de repente escuché una frase que Angelines me solía decir: «je t'aime beaucoup» (yo te amo mucho), la cual, dicha con aquella vocecita dulce y cariñosa, mimosa, casi de niña, de ella, y expresada con tanto amor, ahora, al escucharla de nuevo, sentí como si me envolviera el mismo lirismo poético y dulce de entonces. Me sentí al borde del desmayo y se me saltaron las lágrimas…

El conocimiento del francés de Angelines se debía a que había estudiado en un colegio de monjas de esa nacionalidad. Incluso, su dominio del idioma la llevó, durante nuestra etapa de novios, a dedicarse a dar clases particulares. A mí me encantaba oírselo decir, y siempre estaba con aquello de «¿Cómo se dice en francés…?». Pero esta frase de «je t'aime beaucoup» (pronunciado ye tem bocú) me resultaba hermosa, poética y tierna…

Después de escucharla en aquella película televisiva, no pude apartar de mi pensamiento los numerosos detalles que la describen como persona y como mujer: además de su enorme dulzura, el cuidado que ponía en no herir verbalmente a nadie nunca; su sentido de la salud y del comportamiento limpio con sus semejantes; su recogimiento ocasional, que a veces la aislaba un poco de los demás, y su exquisito y afable trato…

La fotografía que encabeza este artículo se la tomé en un bello lugar de Puerto Rico denominado La Parguera (al suroeste de la isla). Habíamos ido a almorzar a un restaurante cuya especialidad es el chillo (un pescado parecido al pargo) relleno de camarones (langostinos), que a ella le encantaba. Al salir del auto, algo observé en su compostura que me hizo enfocarla espontáneamente y disparar mi cámara. Y ella tuvo tiempo de sonreírme con esa dulzura tan suya y tan natural. Y yo, más tarde, me preguntaba: ¿Cómo es posible que una mujer le dedique a su marido una sonrisa tan especial y sincera después de casi 40 años de casados…?

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