martes, 2 de noviembre de 2010


Labrando mi corazón


Últimamente, en mis blogs, me está dando la manía de encarar el tema político y sus insoportables disquisiciones. Como si eso, aparte del berrinche que me produce, sirviera para solucionar algo… Claro, representa un desahogo, una forma de echar fuera la bilis que me causa la situación de España, que hoy se puede considerar que es casi semejante a la que hubo durante los días anteriores a la guerra (in)civil y que tantas desventuras produjo a los españoles.

Y como estoy arrepentido de tal manía que daña mi espíritu y la opinión que tengan mis lectores hacia mí, quiero expresar el ruego de solicitar sus disculpas y rogarles que comprendan y perdonen… No inicié este blog con semejante propósito, que conste, y menos aún para crear odios ni abocarme yo mismo a sentirlos. Hace pocos días atribuía las situaciones anómalas de la primera etapa de mi existencia, o sea, de aquellos primeros años de mi vida —que fueron los más nefastos—, a los días de la guerra y sus consecuencias calamitosas. Y decía que sólo encontré sentido de la vida desde el momento que comencé mi relación con Angelines, a los 21 años de edad. Y aquella etapa anterior me juré hacer el intento de olvidarla por ingrata, mísera y poco esperanzadora. Pero, según los psicoanalistas, uno no debe negarse a sí mismo ningún hecho por negativo que sea: es la única forma de acatar su propia historia, y aceptarlo todo, bueno o malo, puesto que constituye la propia biografía, aceptando que las situaciones amargas, igual que las felices, forman parte de la vida; solo así uno encuentra su propia verdad, y la acepta desde una posición coherente, porque, a fin de cuentas, los momentos malos también sirvieron para darle forma a mi vida, para labrar mi corazón y mi carácter y dar profundidad a mis sentimientos… O sea, que este que soy yo ahora, proviene del que fui antes, de las vicisitudes y las bondades que se cruzaron conmigo. Ellas me hicieron así y esta es la manera como se fue formando mi corazón. Incluso, me trajeron esa función sensible que me envuelve ahora, y que me convierte en un ser feliz y amargado a un tiempo, pero agradecido de la vida.

Y, digo yo: ¿no debo estar agradecido a la vida por haberme dedicado tanta generosidad?