domingo, 7 de noviembre de 2010


¡Vayámonos para Marte…!


Pero, vamos a ver: ¿somos los ciudadanos los culpables de la crisis económica? ¿Fuimos nosotros quienes la desatamos? ¡Pero, por Dios, con esa cara de inocentones que tenemos todos! ¡Yo, por lo menos, no fui, lo juro! Ni usted, ni el otro, ni el de más allá…¡Yo no tengo dinero oculto en Suiza, que conste! ¿Entonces, por qué hemos de cargar con las consecuencias? ¡Mire, ante esta situación, me da un ataque de risa! Porque, oiga, usted es un ciudadano o una ciudadana, como lo soy yo. Somos gente normal, que podemos tener un cochecito, un televisor con tercera dimensión, una computadora inalámbrica, pero de eso a haber causado esta crisis hay mucha diferencia… Nosotros, a pesar de tener automóvil, vamos a nuestro trabajo en metro o en autobús. Somos trabajadores, profesionales, gente preocupada por ser buenos ciudadanos y por que nuestros hijos salgan adelante y lleguen más lejos que nosotros… Sí, vamos al cine de vez en cuando, vemos el fútbol por televisión; leemos los periódicos de una u otra tendencia; estamos pendientes de pasar por el mercado para comprar los alimentos que necesitamos; tomamos unas cervezas con los amigos; esperamos a que lleguen las rebajas de invierno para comprarnos unos zapatos, o unos calzoncillos, o unas bragas, o una camisa; celebramos las fiestas de aniversario, los cumpleaños de nuestros nietos, todo con la mayor sencillez, sin alharaca, y dentro de la mejor armonía… Y de repente vienen y nos dicen que eso ya se acabó o que lleva camino de acabarse. Que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. Que nuestros gastos se han desbocado. Que ya no hay dinero. Que conseguir un crédito para comprar un automóvil nuevo significa toda una proeza y que el banco te pida hasta que te hagas un chequeo médico para ver si estás sano y resistirás los años necesarios para devolver lo que todavía no te han prestado… Luego, el dueño del banco sonríe con crispación, y pone esa cara rosadita y mofletuda como si fuera el beato Buitreño: para ellos todo va bien… ¿quién ha osado hablar de crisis? ¡Si estamos mejor que antes! ¡Ahora la restitución del crédito es más segura! Claro, como nos piden un aval que avale al que nos avaló primero… de forma que si no paga usted, pagará el otro, y si no el otro o el de más allá. Pero, por favor, ¿todavía no se ha enterado usted de que los bancos nunca pierden? ¡Qué atrasado! ¡Venga acá! (como dicen los cubanos): sea bueno o buena y no sienta cólera contra los banqueros, que, entérese de una vez, los creó Dios el décimoctavo día de la creación, antes de que Eva insistiera con Adán en que se comiera la manzana, y nos echaran del Paraíso! Bueno, nos echaron a los simples mortales, pero ¿a los banqueros? ¡Qué va! ¿Y si el cielo entra en quiebra, quien los va a salvar? Dios, que castigó a los seres humanos a trabajar, no previó que algunos no podrían cumplir el «castigo» porque no encontrarían trabajo. ¡A ver! ¡Qué sabe usted hacer! Pues yo… ensartaba hilos en las agujas… ¡Eso ya no se hace! ¡Vuelva para el Paraíso! ¿Y el castigo de los partos con dolor? ¡Mucho no debe doler, porque mira que llegan críos al mundo! No, el verdadero castigo bíblico fue que los hijos de Eva padeciéramos repetidas crisis económicas… ¡Así aprenderemos a no comernos más manzanas prohibidas!

Así que, ya sabe, esta crisis depende de nosotros, de nuestras aportaciones, de la reducción de nuestro salario, de la fuerza que tengamos para apretarnos el cinturón. Aunque lo que me temo es que no nos han dicho la verdad: que la situación es más caótica, más mala de como nos dijeron al principio.

Pero, claro, no hay que crear alarmas que acabarían acentuando el círculo vicioso…

Métaselo en la cabeza: lo peor de todo es que nadie tiene ni puñetera idea de cómo arreglar las cosas.

Menos mal que Stephen Hawking ha dicho que lo mejor que podemos hacer es largarnos para Marte. Ya verá usted como dentro de poco empezaremos a ver autobuses dispuestos en diferentes puntos estratégicos de las ciudades, gritando: ¡Para Marte! ¡Vamos para Marte! ¡Suba que nos vamos! ¡Para Marte! Y ¿cuándo llegaremos? pregunta una señora con cara de preocupación. ¡Dentro de cinco años luz de candil…! Mire, tráigase uno o dos bocatas para el camino. Uno de tortilla de patatas con chorizo y otro de calamares. ¡Ah, y la bota de vino! Y después Dios dirá…