lunes, 8 de junio de 2015


¡Tanto hooomm, hooomm para nada!
Hay componentes relacionados con la vida que faltan o están sobrando. Eso demuestra que cuando fuimos construidos no hubo una tendencia firme a buscar la perfección, o tratar de que ésta fuera evolucionando de forma constante. Tal vez se pensó en hacerlo todo bien, pero no pudo aplicarse por inconvenientes estructurales físicos o ecológicos presentados por las exigencias del Universo. Posiblemente el que nos construyó (o la fuerza que nos hizo) estaba sometido a ciertas leyes que establecían que esto tenía que ser así, o, en ese caso, ya se sabe: «lo tomas o lo dejas». Por ejemplo, entre lo negativo que la Naturaleza nos ha dado, hay que considerar los desiertos y la falta de agua en algunos sectores; la proliferación de algunos animales e insectos dañinos; las limitaciones de nuestro conocimiento (que contrasta con la incontenible ambición, el deseo de saber acerca de nosotros mismos dada nuestra facultad de pensar); los huracanes, las tormentas y los tornados; los temblores de tierra; lo desabrido del mar en ocasiones; las erupciones volcánicas, las tormentas que sueltan rayos que exterminan o crean incendios, la formación en el subsuelo de bolsas de petróleo, esas enfermedades orgánicas que inhabilitan a una persona, la decrepitud de la muerte… Por lo que se refiere al ser humano y a su ejercicio destructivo (que no parece tener límite), tenemos ese nocivo uso del petróleo en sus fases contaminantes y exterminadoras; está la perforación de la tierra con el fin de extraer la «riqueza» que representan sus minerales; la tala de árboles para obtener madera, el crimen, la mala conciencia, la lenta pero constante destrucción de nuestro ser interno y sus «necesidades» morales, así como la habilidad para distinguir entre el bien y el mal, la eliminación de vidas por cuestiones geográficas y por ambición desmedida, el desamparo de aquellos que carecen de todo… Si, desde un punto de vista ético, todo ser humano tiene idéntico valor, no hay duda de que existen muchos seres en el mundo que consideran que la vida con ellos es injusta, que les ha sido negado hasta lo más elemental. Esta situación es lo que más dificulta mi creencia en un Dios omnipotente o limita con mucha fuerza mi necesidad de fe. No puede haber un Dios que nos haya creado para después sacudirse las manos dejándonos al albur, al arréglatelas como puedas. Por otra parte, si nos remitimos a una versión de nosotros que suene perfecta, todo resultaría como un cuento infantil, donde el bueno siempre acaba ganándole la batalla al malo, y eso dista mucho de una realidad donde en repetidas ocasiones ganan los malos como una necesidad de su funcionamiento. En resumen, ¿ya ven como en mi caso siempre se impone aquello de «vida y figura hasta la sepultura»? ¡Qué importa que escuche voces que me recomiendan no determinar ideales imposibles! ¡Qué importa que me sienta protegido por mi difunta mujer! ¡Qué importa que algunos místicos me recomienden que haga meditación trascendental y que mientras canturreo hooommm… hooommm… hooommm  elimino de una vez por todas todas las malas ideas y las cuestiones imposibles que circulan por mi cabeza! ¡Sí, qué importa!

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