miércoles, 15 de abril de 2015


Una sonrisa burlona
Me quedo mirando la imagen de Angelina que aparece como fondo de pantalla en mi computadora, y le pregunto: «¿Cómo se ve el mundo desde donde tú estás? ¿Estamos tan perdidos como parece?». Inmediatamente después me quedo en silencio y un tanto contrariado por estar hablando con una fotografía cuando yo me tengo por un ser que antepone la razón a toda actuación mítica, fantástica e incierta. Pero, después del intento de este intercambio sentimental, me arrepiento de mi reacción, y permito que mi imaginación trabaje en su modo de libertad. Bajo la palanca que me saca de la razón y me introduce en la fantasía y vuelvo a mirar la media cara de Angelina que aparece en pantalla (ahora solo veo su lado derecho, porque su lado izquierdo queda tapado por la ventana del archivo —Day One— en el cual estoy escribiendo) el cual, por cierto, tiene un gesto travieso. Me fijo bien y observo que hay en ella como una sonrisa de guasa, un poco burlona. Y le digo: «¿Por casualidad, te estás burlando de mí o es que solo contemplas el aspecto ridículo de las cosas?». Y ella me responde: «¡No, cariño. ¡Jamás me permitiría burlarme de ti, y menos de tu pensamiento en un momento como este, cuando te veo completo, tanto por dentro como por fuera, y sé perfectamente quién eres y cómo deseas ser! Recuerda: Esta fotografía me la tomaste el año 1972. Acabábamos de llegar a nuestra casa de Caracas y proveníamos de Maracay, de la Clínica Calicanto, dos días después del nacimiento de Dany, nuestro sexto hijo y el más evidente símbolo de nuestra reconciliación. Tengo al niño sobre mis brazos y le estoy dando el tetero. Pero estoy sin arreglar, recién levantada de la cama.  Y cuando alzo la vista y te veo enfrente de mí con la cámara en la mano lista para disparar, al principio siento una leve preocupación pero a continuación lo asimilo y dejo escapar una ligera sonrisa. Pensaba antes: ¡Pero este hombre ya me saca fotos en cualquier momento, sin pensar si estoy o no estoy en condiciones y sin saber si estoy dispuesta a permitir que me retraten…! ¡Aunque ya estaba acostumbrada, lo confieso! Y mi risilla no es de burla: es de felicidad, porque enseguida me doy cuenta de que quieres perpetuar este momento de la alta felicidad que nos inunda. Desde el momento que en el poblado de Choroní –donde estábamos pasando unos días–, se presentaron los síntomas de que Dany deseaba hacer acto de presencia en el mundo, hasta el momento que me estás tomando la fotografía, han pasado tres días y, después de los grandes contratiempos que enfrentamos en todo el proceso del parto, ahora todo es felicidad y estamos en casa sanos y salvos y con un miembro más en la familia. Pero te advierto: el hecho de las diferencias en mi expresión que sueles observar cuando miras esta u otras fotografías mías, surge de tu cabeza, de tu imaginación, o de tu conciencia. La fotografía siempre es la misma… En cuanto a tu pregunta acerca de si el mundo está a la deriva, como parece, te diré —aunque no es mi especialidad— que la Tierra, en su historia, ya ha pasado por momentos tan delicados o más que ahora y ha sabido salir de ellos. Esperemos que ahora sea igual. Hay que tener esperanza en que al final todo se arregla. No obstante, la solución del problema no depende del más allá; depende de ustedes, los mortales…» 
Terminé el fantástico monólogo diciéndole: En cuanto a tu pelo y tu falta de maquillaje, debo decirte que estás encantadora, y no porque yo sea un gazmoño que huya de los afeites femeninos, sino porque hay mucha naturalidad en esta foto y en el momento que nos envuelve… 

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