lunes, 9 de marzo de 2015


Influencias del más allá
¡Qué extrañas son las influencias que ejerce la vida sobre nosotros. Y, sobre todo, lo que más me preocupa es con qué intención lo hace o quién será el que nos lo impone! ¡Al afirmar tal cosa no puedo dejar de asociarlo con la enorme prevalecía que has debido desarrollar para introducirte en mí, así, como lo has hecho! Además, con escaso merecimiento por mi parte. Hasta podría decir que te has sublevado contra las leyes que imperan en el Universo con el fin de estar junto a mí… Sí, porque tú te has convertido en un resorte básico de mi vida hasta el punto que ya no podría prescindir de ti. Es decir: eres tú la que me sostiene desde el punto de vista moral y espiritual. ¿Qué instrumento del destino sería el que se usó sobre nosotros para convertirnos en un solo ser? ¿Quién salió de su madriguera, puso sus ojos sobre ti y sobre mí y estableció que nos juntáramos y fundáramos una familia? Porque, si lo hizo fue venciendo toda una serie de inconvenientes que le salieron al paso: yo no voy a negar que, cuando te vi por primera vez, tú llamaste mi atención con fuerza, aunque, como mujer, no correspondías al tipo que yo admiraba en aquellos 20 años míos banales, descolocados, superficiales y veleidosos. Entonces, o sea por los días que te conocí, era cuando realmente yo comenzaba a vivir, y mi pensamiento era sobre todo desparramado, inconcreto: me atraían algunas mujeres del cine como Virginia Mayo, Betty Gable y, en el colmo de lo espiritual, Jean Fontaine, que, al sonreír, me causaba una especie de síncope místico… Todo esto refuerza mi convicción de que alguien decidió por nosotros. Porque, si esto fuera poco, el día que nos conocimos —ya lo he comentado cientos de veces— asistí a aquella reunión de amigos de pura casualidad y ante su pertinaz insistencia porque me encontraba un tanto deprimido, y, desde luego, desde ningún punto de vista, tenía el propósito de buscarme novia. Sí, tengo que reconocer que, de entrada, tú llamaste mi atención y hasta puedo asegurar que me sentí un poco prendado de ti, de tu sonrisa, de tu mirada, de tu comportamiento, de tu profundidad como persona, pero estaba muy lejos de crearme un compromiso serio. Y no solo era mi propósito no crearme ninguna obligación, sino que, además, mi situación económica así me lo recomendaba… Y no se trataba únicamente de estos argumentos: mis amigos me habían impuesto como condición la prohibición de fomentar mi relación contigo o con tu amiga Maxi: primero porque tú ya tenías un pretendiente, creo, y, además, uno de los asistentes varones tenía mucha relación con tu familia y había prometido cuidar de ti. Y como yo tenía tanta mala fama… Así que para hacer frente a las imposiciones, me protegí diciéndome que tú no te ajustabas al tipo de mujer idealizado por mí. Entonces, siendo así las cosas, ¿cómo es posible que al finalizar ese día tú y yo ya fuéramos novios? ¿Qué deidad intervino en nuestras vidas para que nosotros nos encontráramos y nos convirtiéramos en pareja estable ese mismo día, cuando, incluso, habíamos comenzado la fiesta cada uno de nosotros con parejas diferentes? ¿Quién pudo decidir que a pesar de tanto inconveniente, declaráramos nuestro amor ese mimo día y comenzara a partir de entonces una vida que duraría 45 años, produciría seis hijos y, después de tu fallecimiento, te metieras en mis entrañas, en mi corazón, en mi cerebro, en mi alma, con esa potencia con que lo has hecho?

No hay comentarios:

Publicar un comentario