Hablemos de nosotros
Pero hablemos de nosotros introduciendo nuestras cabezas tú, la tuya, dentro de la mía, y yo la mía, dentro de la tuya. O juntando nuestros corazones, o nuestras almas, o nuestros pensamientos. Y soldándolos, convirtiéndolos en una sola pieza, en un solo ser. Hay momentos que me gustaría ser tú, para descubrirte, para saber quién eras, para identificar qué es lo que esperabas de mi y qué era lo que esperabas de la vida, y conocer en qué medida querrías modificarla para sentirla más próxima a ti, más dócil, más identificada con tus deseos. Claro, es posible que me muestre excesivamente ansioso y que no respete la intimidad de tu alma, esos deseos que todos tenemos escondidos y que no confiaríamos a nadie. Pero así me ha hecho Dios, para usar un término coloquial. Mi amor, Angelines, entiéndeme: yo soy así. Estos son mis genes, mi composición biológica, mi cerebro con sus neuronas alocadas. No me gusta la superficialidad. Y contigo me convierto en antropófago, porque me gustaría comerte para tenerte dentro de mí… En realidad, amor, no se puede amar más de lo que yo te amo. (Mientras escribo esto, estoy oyendo una composición musical de Ernesto Cortázar titulada Por siempre tú y yo. ¿Habrá algo más apropiado para declararme a ti en este día?)
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