martes, 22 de enero de 2013

















Los caminos del amor
Veo un libro donde se dan varios consejos para luchar contra esa dependencia afectiva, esa desolación pavorosa que nos suele quedar a algunas personas cuando fallece alguien muy querido por nosotros. Como por ejemplo me ocurre a mí con respecto a mi mujer, Angelines, fallecida en el año 2000. Y yo me pregunto, ¿quiénes son esos «curanderos de pacotilla» y de dónde han venido, y quien les ha dado autorización para meterse en un terreno que no conocen? ¿Es solo para vender sus libros sin que les importe el daño que causan? Porque para curar a un «enfermo» es necesario que su enfermedad no sea un invento del médico, como suele ocurrir, sino un enfermedad de verdad. En principio me pregunto, ¿y quién querrá curarse de esa afectación profunda que te deja la ausencia de los difuntos? Por lo menos, yo no… ¿Tengo que explicar una vez más lo feliz que me siento de tener tan presente en mi vida al amor de mis amores? Yo a mi mujer la tengo conmigo y, casi, casi, es como si estuviera viva y viviera todavía a mi lado. Al menos en mi corazón sí vive. Y sigo teniendo la misma dependencia moral que tenía de ella cuando vivía. Sigo teniendo los mismos arrepentimientos que tenía entonces debido a mis deslealtades. Para mí mi vida no es mía, es de los dos, es nuestra, es la que vivimos ella y yo junto con nuestros hijos, y yo no quiero cambiarla ni buscarle sustitución, porque fue compuesta por los millares de palabras que nos dijimos, por la exposición mutua de nuestras intimidades, las que nos manifestamos en todo momento, la que nos animó a intercambiar el conocimiento que tuvimos entre ambos, la historia de cómo compartimos nuestros momentos de dicha y de desdicha, cómo nos apoyamos, las ilusiones y los sueños que nos ayudaron a sobrevivir, las aventuras que disfrutamos juntos, los seis hijos que procreamos que todos fueron el fruto esencial de nuestro amor… ¿Cómo voy a olvidar todo eso y con qué fin si es la historia de mi vida, lo que compone en conjunto mis vivencias y las de ella; es lo que la instituye y le da sentido y personalidad? No quiero citar el título de los libros ni el nombre de los autores, pero creo que ellos lo más probable es que no hayan disfrutado del amor, que no les haya dejado buenos recuerdos. Tengo una amiga que no quiere ni oír hablar del amor, de su importancia, de su sentido, de lo necesario que es para el desarrollo de la vida, porque el problema es que a ella lo único que le ha dejado son malos recuerdos. Y por esa razón lo rechaza.

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