martes, 12 de abril de 2011



Recuerdos a 11 años de tu muerte 2


Fue en una leve pausa musical cuando, de improviso, nos encontramos ambos sentados uno junto al otro en una situación embarazosa y difícil de explicar, porque, el sitio donde me había sentado yo, no era el habitual; ni el que tú ocupabas era el tuyo anterior. Mira por dónde. Fue como si algún espíritu casamentero hubiese comenzado a ejercer sus poderes por arriba de nuestras cabezas (más adelante, en nuestra vida, no encontramos numerosas veces con él). Al encontranos juntos, nos miramos sonrientes, cómplices de todavía no sabíamos qué, como aceptando inconscientemente los caminos que la vida propone.

Y poco antes de que se reiniciase la siguiente tanda, espontáneamente, sin pensar en el disgusto que podíamo ocasionar tú a Venancio, con quien estabas, y yo a Olvido, o sea sin medir las consecuencias de nuestra mala educación, sin detenernos a considerar si estaríamos incurriendo en una falta de respeto hacia nuestras respectivas parejas, al hacerte la proposición de que bailaras conmigo, tú, sonriendo, después de observar a los dos «traicionados» por unos segundos, como sopesando si tu educación y tu conciencia te permitían una acción semejante, aceptaste musitando un ¡vamos! emitido en un tono de voz situada entre la firmeza y la timidez… Una palabra que todavía hoy, al recordarla, acaricia mis oídos porque significó el destino de nuestras vidas.

Y ante la extrañeza de todos los presentes, cuando comenzó la segunda tanda, nos levantamos con presteza y nos fuimos juntos al centro de la pista.

A partir de ese momento, al aceptar tú mi invitación, se produjo un cambio brusco en mis propósitos iniciales: súbitamente había pasado de lo lascivo a lo sublime; de la materia al espíritu. Un poco antes se inflamaban mis testículos con la efusividad de Olvido; ahora se inflamaba mi corazón con tu mirada. De repente, sin haberlo programado previamente, me encontraba en la pista de baile, enlazando tu cintura y deslizándome lentamente al compás de la música, extasiándome en ti y en tus lindos ojos.

Al principio, nos comportamos con cierta turbación y con mucho comedimiento: éramos dos criaturas inexpertas, un tanto desenfocadas en los lances del verdadero amor; pero, después, según fuimos entrando en confianza, a medida que nos íbamos conociendo, comenzamos a experimentar el gran arrobo, nos fuimos abstrayendo en nosotros de tal manera que, a nuestro alrededor, todo fue dejando de tener sentido, los elementos perdieron su forma: solo estábamos tú y yo, silenciosos por el momento, bien porque las palabras sobraban o bien porque si hablábamos hubieran aflorado nuestros sentimientos de los que, probablemente,todavía no estábamos muy seguros, ya que ambos si bien nos sentíamos conmovidos por aquello que ya comenzábamos a juzgar como una predestinación. No podíamos negarlo: había que aceptar su significado: era amor a primera vista. Y hablaban por nosotros la intensidad en nuestras miradas, el dulce cosquilleo que circulaba entre nuestras manos, aquella dulce felicidad que comenzamos a sentir. Esa indescriptible sensación, esa gozosa circunstancia no podía ser un asunto pasajero…

Y tú, después de Olvido, parecías una pluma entre mis brazos. El placer de la danza que yo había observado en ti con cierta envidia mientras bailabas con Venancio, ahora lo estaba experimentando en mi propio ser.

Aquel mismo día quedó sellado nuestro compromiso.

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