Sacar un blog en un momento como éste, cuando nuestra cultura atraviesa una fuerte crisis ideológica, cuando sufrimos un despilfarro y una desorientación social grave, en un mundo que va reduciendo sus valores y acercándose cada vez más a la nada y al «todo vale», al todo está justificado, me parece una temeridad, porque puede resultar un intento fallido, un discurso en el desierto, un fracaso que, a mis años, podría tener dificultades para digerir. Reconozco que es como si echara una gota de agua al mar con intención de desbordarlo o esperar que los peces se alborozasen ante mi infinitesimal contribución… «¿Y entonces, por qué lo haces? ¡Lo mejor es que renuncies antes de hacer el ridículo!», me dice el diablillo con rabo y cuernos que llevo aferrado a mi hombro izquierdo. «¡Pero, chico, déjale que manifieste sus emociones. ¿A ti qué te importa? Además, tiene todo el derecho…», dice el otro diablillo con alas y cara de ángel, que está sentado con toda la comodidad del mundo —comiendo palomitas de maíz— en mi hombro derecho.
¿Y qué quieren que les diga, si yo mismo a veces no sé muy bien la motivación que me mueve a hacer las cosas…? Será porque tengo necesidad de comunicarme, o porque me muero de ganas de lanzar mis historias al viento. También, quizás, busco una oportunidad de plantear públicamente mis quejas o alabanzas de la vida —de la vida mía, claro—, y exponer mis dudas, mis sueños, mis delirios y arrepentimientos, y tratar de encontrar un sentido a la existencia, o contar con una razón —aunque sea ilusoria—para poder decirme a mí mismo que soy escritor por mucho que los editores me lo nieguen… También debo tomármelo como un ejercicio terapéutico, para que mi mente se mantenga activa y competente, y así alejar la empanada mental que trata de apoderarse de mi cerebro a la primera que me descuide, o para definir mis lloriqueos y conocer sus causas… ¡Qué se yo! El caso es que aquí me tenéis, rabioso, suave, contento, amoroso, repudiable, ingenuo, simpático, renegado, alabado, denostado, amado o rechazado por los espíritus. Según el día…
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