lunes, 21 de septiembre de 2015


La física cuántica cubre nuestras vidas
La abundante cantidad de interpretaciones que existe sobre cualquier manifestación de la vida, es más bien confusa y, en la mayoría de los casos, contradictoria. Eso demuestra que, la realidad es que no sabemos nada de nada, ni estamos seguros de cuál es el motor que nos pone en marcha o qué tipo de gasolina se usa y quién nos la inyecta. Todas las manifestaciones sobre nosotros no pasan de ser conjeturas y, en la mayoría de las ocasiones, probablemente sin fundamento. Por ejemplo, en los últimos días me llama mucho la atención la interpretación de los sueños. Desde Freud y Jung no han parado de opinar los psicólogos, los neurólogos, los científicos, los profetas, los brujos, los anacoretas, y aquellas personas a quienes se les endurece la lengua si no la usan (como me ocurre a mí). Te invade una especie de afán ciego y promocional de interpretar la vida, como si ella fuera interpretable. Los seres humanos, llámense Dawkins, Dennett, Stephen Hawking, Freud, Einstein, Perico de los Palotes, solo hablan y hablan (o escriben) aunque tienen tantas dudas como puedo tener  yo. Pero, los sueños son indescifrables, y eso que son muy diferentes de unas personas a otras puesto que depende del carácter y la personalidad de cada quien. Tal vez influyen los deseos no logrados, o los fracasos de amor, o las envidias, o los complejos de inferioridad, o las insatisfacciones. No sé. Respecto a mí, ya decía el otro días que mis sueños son un tanto desbaratados y que nunca sueño con aquellos asuntos que suelo tener entre manos. Ocurren sin tener ninguna relación con mi vida diaria física o espiritual. Pero, ¡alto!: solo cuando sueño con mi difunta esposa es cuando mi sueño tienen un deje de actualidad además de un argumento, un sentido, un ahora y hasta un porqué. Hace unos días soñé que estaba cenando en un restaurante muy elegante con un matrimonio que no puedo precisar de quién se trataba. Puede que sus expresiones no tengan ni pies ni cabeza, pero cuando salí del sueño y me desperté eran las 3 de la madrugada y me levanté para ir a mi estudio y anotar lo que esta persona me había manifestado. Ante una conversación relacionada con la proximidad a mí de mi mujer y su participación en mi vida, él me aseguraba que no se trataba de su espíritu, sino de su «composición cuántica». ¡Los espíritus no existen!, enfatizaba esta persona. Todo en la vida es física —decía mi interlocutor—, energía cuántica, de ahí proceden nuestras ilusiones espirituales y lo que nosotros denominamos nuestra alma, nuestros impulsos, nuestros pensamientos. Y ya se sabe casi con seguridad que las partículas cuánticas no desaparecen con la muerte. Solo se transforman. En el caso de tu mujer —me dijo—, el equipo esencial de partículas cuánticas que formaban la vida de ella, muy bien se han podido trasladar a ti y habitarte. Pero —aunque sobre esto todavía hay mucho que estudiar y descubrir—, sí se puede decir que la energía cuántica es el principio y el fin del mundo que nos rodea. Si existe un Dios, solo tuvo que acudir a la física cuántica para crearnos, tanto a nosotros como al mundo que nos rodea. Por esa razón, en esos experimentos que se están haciendo con el famoso acelerador de partículas de los Alpes, se asegura que ahí se descubrirá la partícula de Dios… Luego recalcó a modo de colofón: si sobre nuestras cabezas existe un creador, se podría decir que es un Gran Físico, un Gran Científico…

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