viernes, 7 de agosto de 2015














Tu presencia en mí
Estoy tratando de limitar tu presencia en mi vida, o en mi pensamiento, o atemperarlo, o, por lo menos, aceptarlo con calma, sin echarle tanta pasión, o dejarlo quieto y aceptarlo sin alardes, como algo que necesito para vivir. Porque hay algunas veces que siento un desasosiego, psicológico o pasional, que acentúa mi depresión y limita mis actividades, me arrincona, me causan pesares, melancolías, pocas ganas de vivir. Los hay que hasta modifican mi respiración. No quiero dejar de alimentarme de ti, que conste, porque no me puedo imaginar mi vida sin tu presencia, pero a veces me abruma, es demasiado; es como un vicio, un abandonar las otras cosas para dedicarme a ti, y pensarte, desmenuzar tus entrañas y ver si soy el dueño de tu ser, o de tu espíritu. Pero quiero asumirlo con sencillez. Porque todavía, cuando contemplo tus fotos, mi corazón da un brinco y comienza a latir un tanto desbocado. Y lo peor de todo, es que yo me recreo en ello. Gracias a ti he descubierto una capacidad de amar que antes quizás me faltaba o la tenía pero no me daba cuenta. Aquí, en esta foto, estás preciosa, con esa actitud tuya que el otro día pensaba que tenías unos comportamientos dulces y delicados, nada imitativos, nada fingidos. Siempre eras tú. Lo que más me mortificaba eran tus silencios, tu sufrimiento intimo, que te lo guardabas para ti, como si no quisieras repartirlo con nadie o no quisieras alarmar. Hoy incluyo la última fotografía que he recibido de Dani, con sus cuatro hijos que son nuestros cuatro nietos (y otros dos más contando a Viviana y a David). (Debo decirte que tu hijo Dani es mucho más maduro de lo que representa en esta fotografía con ese uniforme del Atleti, aunque, por otra parte, no deja de ser muy artística y surrealista…)

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