viernes, 24 de agosto de 2012



Culo de mal asiento

Esta foto me encanta. No por su calidad gráfica, que no la tiene, sino por su contenido. Por los bellos recuerdos que me produce. Estamos en Vitoria, Álava, en un tour que hacíamos por España con tu hermano Jose, ¿recuerdas? Hacía poco que habíamos regresado a nuestro país después de 14 años de ausencia (salimos recién casados para México, donde estuvimos 5 años, y después Venezuela, donde vivimos nueve, y regresábamos ahora más maduros, más formados, más serios —supuestamente—, con seis hijos y un montón de aventuras a nuestras espaldas. Yo, en la foto, ya comienzo a verme un poco «barrigón», pero tú te ves linda, deliciosa, con esa carita de niña y tus escobillas a ambos lados de la cabeza… Y siempre feliz, siempre amable, siempre amorosa, siempre preocupada por todo y por todos. Contigo está Dani –3 años–, un poco enfurruñadito porque se había hecho una herida en la rodilla. En ese momento él no está consciente de que había tenido un significado profundo en nuestras vidas, que había significado un antes y un después, un pasado y un presente, un ayer y un hoy de nuestra relación. Tú estabas encantada de haber regresado, aunque a los cinco años hicimos de nuevo las  maletas… ¡Era yo, al que tú misma llamabas «culo de mal asiento». Y es que no me podía quedar sentado en un sitio: siempre estaba interesado por lo que podría haber «detrás de la montaña». Yo, en la foto, me parezco al padrino de la mafia, Don Carleone. Con ese mismo atuendo, en uno de los pueblos por donde pasamos, se me acercó una vieja vestida de negro y con un paño negro anudado a la cabeza, me miró de arriba abajo y me dijo ¡Mírale, tan mariconazo él! Y se me quedó mirando con un ojo abierto y otro cerrado… Claro, esa era la España de entonces.

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