viernes, 22 de julio de 2011



¡Oye, qué mundo éste!


A mí me produce una especie de risa sarcástica la mayor parte de las noticias de cada día, procedan éstas de la prensa o de los noticiarios de la televisión. Sí, lo reconozco: se trata de una risa mezclada con llanto. Especialmente las relacionadas con la economía; especialmente las que se refieren a la bolsa; especialmente las referentes a la enorme deuda de los países; especialmente las relacionadas con el euro, que sube y baja como la tripa de Jorge (¿no habrá determinada gente que vende cuando sube y compra cuando baja y así se va haciendo una respetable fortuna sin muchos quebraderos de cabeza…?) ¡Es un cachondeo, un verdadero cachondeo de una dimensión colosal! Nos tratan como si la gente no entendiéramos nada de nada, como si fuésemos analfabetos; como si aceptáramos lo que venga con tal de que podamos ir a la playa y comer en un chiringuito caro… O sea: que nos estamos haciendo los longuis. Claro, tenemos la suerte de que hemos llegado a una época en la que estamos libres de hecatombes. Porque dentro de una hecatombe ya estamos viviendo, pero sin que lo notemos demasiado. Dígame usted: ¿quién paga las guerras? ¿Quien costea los millones y millones que cuesta la guerra de Afganistán? Y, me pregunto: ¿cuál es la finalidad de esta guerra? ¿Usted no cree que si las potencias occidentales quisieran acabarla de un soplido no podrían haberlo hecho? ¡Por favor, que no somos tan gilipollas como aparentamos! Pero, ¿para qué necesita una guerra, a qué se debe que la sostenga viva esta gente que manipula el mundo con tan poca pericia (o quizás con mucha, según como se mire)? Pues para hacernos creer que nos defiende «del enemigo o del mal», o para justificar gastos, o para crear situaciones de inseguridad que nos mantenga sometidos y calladitos… ¿Por qué no se pone en marcha aquel método de equilibrar las deudas, o sea, ver quién le debe a quien y cuanto para tratar de compensar situaciones? Me explicaré mejor: si mengano le debe a zutano cien, pero éste le debe al otro doscientos, aclaramos la deuda quedando cien a favor de mengano. Pero si mengano le debe 200 a perengano y éste le debe a zutano 100, paga 100 a zutano y 100 a mengano y todo queda saldado. ¿Pero cuál sería el problema de resolver las deudas con este método? Que no se generarían intereses, los cuales, en teoría, vienen siendo la sangre que circula por la venas económicas del mundo, es decir, el verdadero sostén de la humanidad, así como el vehículo para que el ciudadano pueda seguir yendo a la playa y comiendo en el chiringuito más caro… Claro, no todos, porque los que se mueren de hambre ahora son los mismos que se morían de hambre antes de la crisis. ¡Que horror siento de mí mismo al oírme una expresión así, con un cinismo tan descarado… Perdonen, es que acabo de terminar de leer el libro de Julia Navarro, Dime quien soy, y se me han revuelto las entrañas y mi corazón se ha encogido…

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