lunes, 11 de julio de 2016


Necesidad de «convivencia»
Qué lío, qué situación tan dramática y descentrada se vive hoy en España y, sí, advertimos que también en el mundo… Me recuerda a los días anteriores de la guerra civil. Mires para donde mires, todo se presenta decadente. Hablar todos hablan, todos alegan, pero es para echar las culpas al vecino: «Yo no, ni los míos. Son los vuestros: los tuyos… Pero los míos no». A veces se usan los insultos para describir lo que hacen otros cuando es lo mismo que yo hago. Los más preocupante es que no existe un propósito verdadero para arreglar las cosas. Digámoslo de una vez: no hay un interés firme en solucionar los problemas, tanto los filosóficos como los materiales, porque hoy la vida está absolutamente sometida a intereses. Pudiera ser por aquello de que «a río revuelto, ganancia de pescadores», porque de los grandes capitales todo se puede esperar. Pero el caso es que la barbaridad comienza a ser una costumbre, una banalidad, algo de todos los días, un tema que forma parte de nuestras vidas. Ni tan siquiera se ve venir la hecatombe y si se ve venir, se contempla con cierto desdén. Hoy nadie se asombra por la muerte de inocentes… Cuando ocurre un desastre (como el de la discoteca de Orlando), se hacen unas carantoñas, se prenden unos pequeños cirios, se traen unas flores y después seguimos viviendo, dedicados a ver el fútbol que es lo que levanta pasiones, desarrollo emocional y quita las preocupaciones de la cabeza (aunque, cuando pierde mi equipo, me vienen otras). Ignoro si son los años los que contribuyen a que me esté volviendo trágico, angustioso y un tanto avinagrado. Receptor acuciado de lo perverso. Yo comento algunos de estos horrores con mis hijos (cada vez lo hago menos) y ellos me miran con una sonrisa de conmiseración: solo les falta decir, «Estos viejos solo piensan que todo se nos viene encima, que todo son calamidades…». Y luego me quedo callado, porque si comienzo a echar mano de las historias del pasado, me dicen: «Otro día me lo cuentas; es que ahora tengo que ir a…»  Y es que esto de terminar la vida bajo la versión de viejo es un desastre, una aberración, no pasa de ser otro de los grandes errores de la naturaleza. Pienso que yo no sé si la vida debe funcionar mediante un método determinado, pero, desde luego, no creo que sea este y ni tan siquiera parecido… O sí, porque todas las culturas por las que hemos pasado en la historia humana siempre han perecido con un desastre final. Vean a los egipcios, a los griegos, a los hititas, a los romanos, al Imperio Bizantino, a las grandes corrientes comunistas, al nazismo de Hitler, y a tantas filosofías explicativas… Yo, tal vez debido a mis años, creo que existe una falta de criterio práctico, una descompensación general, un desequilibrio entre la ambición y la mesura, y una disminución de los principios éticos. Nos falta, eso es verdad, alguien que nos diga cómo tiene que ser la vida… Pero mi asunto más preocupante es que esta especie de delirio sigue avanzado y parece  que aumenta en la medida que el tiempo transcurre.
Habría que determinar si en realidad existe la ética como regla natural o es solo una figura impuesta por las leyes humanas buscando la conveniencia social. La gran duda es si se trata de una fuerza natural, es decir, si tanto esta norma como las otras reglas que existen en la legislación humana han sido impuestas por un ser supremo o se han ido imponiendo entre los humanos por las necesidades de convivencia y para evitar que vayamos cada uno de por nuestro lado, ajenos a leyes y principios…

1 comentario:

  1. Buenas noches, Jacinto Eduardo de Ontañón:

    La fotografía de la escultura tan bonita que ha escogido para ilustrar la entrada me ha llevado hasta el Parque de la Paz de Nagasaki.
    En cuanto a lo que comenta, esperemos que el mayor número de personas se den cuenta de la importancia que tiene la ética, para la convivencia entre las personas.
    Cada vez se vive más en el presente, y en lo inmediato.
    No creo que usted sea un avinagrado. En sus escritos hay mucho humor inteligente.
    Estos días he estado recopilando datos de Antonio José, el músico burgalés tan amigo de su padre, y he visto que además de ser un buen escritor y dibujante , también aportó alguna canción de las recopiladas en sus viajes por los pueblos de la provincia. A ver si preparo un post con alguna de las ilustraciones del libro 'Vida, pensamiento y Aventura de Miguel de Unamuno', de César González-Ruano, publicado en 1930. Volveré para dejarle el enlace.

    Saludos.

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