domingo, 29 de mayo de 2016


La vida complicada y la sencilla
De todos modos, amor, la vida, además de intangible en su esencia, es indescriptible si consideramos sus propósitos morales o fácticos, lo mismo si nos referimos a su razón de ser que a la necesidad de nuestra presencia. Por tal razón, en el pensamiento humano, tan amplio y diverso, tan ampuloso y exigente, se nos presenta como una consecuencia de infinidad de propósitos tanto físicos como espirituales. Se podría llegar a determinar que nosotros, los seres, somos una consecuencia de este planeta, dadas sus características para la habitabilidad, o que ella, la Tierra, es una consecuencia de nosotros, es decir, si nos trajo al mundo un creador, tuvo que dotarnos al mismo tiempo de un medio donde pudriéramos habitar y donde pudiéramos sentirnos necesarios. Claro, habría que llegar a pensar que el ser escurridizo que nos ha creado nos necesita para su propio sustento o puede que para dotar de sentido a su presencia y que, por la razón que sea, requiere que sus propósitos permanezcan ocultos o desconocidos para nosotros, que, en realidad, solo somos «peones de brega». Acercándome a la verdad, te diré que yo no me he quitado la vida por respeto a ti, porque sé que esa es una acción que no entra en tus contenidos morales o en tus sentimientos, pero debo decirte que sin ti se me hace muy problemático e insoportable  vivir, que la vida me resulta muy difícil de soportar. Entiéndelo: los humanos tenemos que actuar impulsados por un propósito, por un sentimiento, y yo ya no tengo ninguno o son menos notables; está claro que estoy de sobra, sin motivo, sin causa o razón y que mis propias facultades están en disminución. Ahora, a estas alturas, vengo a adivinar que la vida es otra o es ninguna, y no la que yo presentí en el pasado, en mis años de juventud y en mi etapa de participante. Solo para aquellos que comienzan o los que están en el camino la vida tiene un significado, un sentido, una razón de ser. Yo, ahora, a mi edad, dentro de la escasez de posibilidades que la vida me entrega, hago lo posible a pesar de toda la dificultad del mundo, por encontrarme conmigo mismo…, pero cada vez me siento más ajeno, más desconocido para mí y sin importancia para los demás, y falto de implicaciones. He caído en la etapa de la pesadez que me produce mi desinterés o la indiferencia de los demás. En el sentido de lo invisible. Me he convertido en ninguno o me estoy convirtiendo en nada en pasos agigantados. Además, me retrae la futilidad de mis actos: la poca importancia de lo que hice emperrado en llegar sin saber bien adónde. Tú eras más consciente que yo, más juiciosa, mucho más moderada, por esa razón la vida para ti era más llevadera.

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