¿Cuál es la configuración
de los espíritus?
Podría afirmar de forma categórica que no creo en los espíritus… ya que no hallo una forma coherente de explicármelos (algo que ya he manifestado insistentemente en mis escritos anteriores). Pero, debido a una importante conveniencia de carácter espiritual, no soy capaz de erradicar tal concepto de mí, o separarlo de mi mente, ni tratar de dar importancia a que se considere algo real o algo de índole supersticiosa, porque, de alguna forma inexplicable —excéntrica o psicológica—, constituye para mí el más atrayente requerimiento emocional que puedo proporcionar a mi ser; o sea que, de forma intuitiva, nacido en mi subconsciente o en mi alma, o en los dos juntas, vivo de las emanaciones sobrenaturales que este concepto me proporciona, así como del alimento místico y afectivo que me trae… Es decir, para afirmarlo con mayor propiedad, me alimento de la presencia en mí de un espíritu en concreto, porque con él (en este caso habría que decir con ella, porque se trata del espíritu de Angelines, mi mujer fallecida hace ahora 12 años) vivo asido a la vida, y reconfortado en la etapa postrera de mi existencia, envuelto —lo sé— en figuraciones ilusorias o fantasiosas, si se quiere, pero muy eficaces a la hora de asir la vida con profundidad y otorgarla el mayor respeto que se merece. Y vivo este asunto tan intensamente confabulado, tan unido con ella, con su alma, con su imagen, con su recuerdo (ese recuerdo portentoso que me dejó), que me niego a renunciar definitivamente a un sentimiento tan profundo aunque sea ilusorio, ya que, además de vivir en mí, me produce ansias de inmiscuirme en el lado de la vida ocupado por ella que es tan misterioso y que nos ha sido negado a los mortales. Con ello trato de confortar los días finales de mi existencia. Y lo digo bien alto para que se me escuche: no podría aceptar mi vida de viejo decadente sin este binomio confabulado en mí (una imposición negativa de mi razón y otra positiva de mi instinto o de mis sueños). Y quiero dejarlo bien claro: si mi razón me incita a despreciar tal concepto, a erradicarlo de mí, mi instinto y mis requerimientos esenciales para armonizar mi existencia, tercamente me lo impiden…
Aún así, me sorprendo cada vez que oigo a otros enfocar el tema. Los mismo da que la mención provenga de quienes tienen conceptos religiosos, o que proceda de aquellos que no los tienen, porque los que lo niegan lo hacen con absoluta frivolidad, sin entrar en consideraciones filosóficas ni «bucear» como es debido en los misterios de la vida, o sea, sin ser poseedores de la sensibilidad requerida y sin oponerse a los muchos prejuicios que padecen. Y aquellos que lo admiten, tampoco profundizan. Habla de los espíritus como si se encontraran con uno cada día en el cuarto de estar, en la sala o en la cocina de su casa, o se remiten a la Biblia o a lo que dicen los «libros sagrados»… Como si con los escritos en la mano, lo convirtieran en un asunto absolutamente infalible. Si consideramos el tema ateniéndonos al entendimiento que nos ha proporcionado la propia Naturaleza, es decir, si los espíritus no son materia —y en eso creo que todos estamos de acuerdo—, entonces ¿qué son?, ¿de dónde vienen y dónde están? Convengamos ante todo que son entes incorpóreos, sin organismo biológico ni necesidades orgánicas, y si eliminamos tales funciones, ¿qué les queda?
Al buscar una respuesta es donde nuestro entendimiento choca con lo imposible. ¿Hay algo en nuestro entorno que pueda definirse como incorpóreo, sin materia ni composición atómica? O sea, me refiero a algo que hable sin poseer una boca, vea sin tener unos ojos, y piense sin poseer un cerebro… En ese caso, tiene que tratarse de unos «seres» pertenecientes a otra dimensión, a un sector totalmente alejado de nuestra capacidad de entendimiento y comprensión, de nuestra habilidad de razonar, de nuestro sentido de las cosas. Nosotros nos atenemos a nuestro mundo tangible, a lo que podemos ver y podemos tocar, pero ¿y si existe otro mundo donde lo redondo es cuadrado; lo verde aquí es allí morado; la nada aquí es allí algo…? Tal vez a los espíritus solo se los puede definir usando términos poéticos: ¿Son como el viento? ¿Son como las alas de una mariposa o como los pétalos de una flor? ¿Son como rayo de luz incandescente? ¿Son como un suspiro o como una sonrisa? ¿Como una exhalación o una ráfaga? ¿O son como un claro de luna? Pero, claro, esto que suena tan bonito, en realidad no significa nada…
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