domingo, 22 de noviembre de 2015


Sí, la vida probablemente es esto
Yo, ahora, casi no me entero de nada o, bueno, diré mejor que hago todo lo posible por no enterarme: y es que, a mi edad, el mundo es poco comprensible y me resulta algo pesado poner mi atención en él. Además, es muy complicado tratar de interpretarnos tal como somos, con tanto desbarajuste físico y emocional de por medio. Por esa razón, vivo en mí covacha, un tanto aislado, autodesplazado, disimulado en mi caparazón y, desde él, escruto la vida, intento observarla con ojos de benevolencia, de comprensión y de buenos deseos y a veces la describo como entretenimiento personal; es decir, miro las cosas que ocurren ante mí y trato de aceptarlas como son… Pero, existen muchas ocasiones que me llevo las manos a la cabeza asombrado ante ciertos dislocamientos. Mi vida de hoy es, como dice Fernando Savater, comer, dormir y llorar, pero, en mi caso, es además, escribir, exponer algunas tonterías con las que engaño a mi conciencia o a mi subconsciente: ignoro si a los demás también. Aunque debo agregar otras actitudes… Encuentro que mi posición es una pizca fanática, exagerada tal vez, y un punto masoquista, pero, a cambio, dispongo de una vida interior intensa, propia, nada bullanguera ni festiva, aunque haya momentos que me veo desconcertado por el deploro y por el remordimiento y, me faltaba decir (no sería yo si me escapara sin decirlo…), por la ausencia de definiciones de la vida, por su sinrazón, por sus formas de desenvolverse, y por aquellas cuestiones que permanecen ocultas. Ello me empuja a que mi reclusión sea intencional para no entorpecer mi mente, y que me mantenga cerrado a ciertos hechos que vienen adornados con tonos embaucadores. Es decir: tengo, sí, tengo a la felicidad (a los recuerdos que me la traen) llamando a mi puerta, pero la rehuyo intencionadamente. Puedo permitir que entren algunas muestras muy seleccionadas, pero trato de evitar caer en la complacencia del ayer, en las ilusiones que tuve y rebobinar la filmación de algunos pasajes de mi vida (¡¡ya dije antes que quiero vivir en el presente!! Vivir sin adornos, sin ilusiones vanas, sin propósitos estimados). El grifo de la felicidad mundana para mí se ha cerrado definitivamente… Es más: cuando los recuerdos insisten, no me complazco en ellos, y los desecho de mí porque aceptarlos convertiría mi vida en algo irreal, en la vigencia ilusa de asuntos no recuperables, abocados a los modos del pasado. O sea, entienda: no pretendo asignarme un futuro cuando en mi vida ya no hay «mañana». En todo momento, eso sí, para darme aliento, para suavizar mis sentimientos y dar un tono lírico o poético a mi actualidad, me impregno todo lo que puedo de Angelines, permanezco con ella y contemplo su sonrisa y sus guiños de complicidad con lo que se mantiene a mi lado casi como en el pasado, a pesar de que hay algunas veces que siento su mirada medio severa y en un tono interrogativo: la oigo que me susurra: «Yo te lo di todo… Pero, tú, por lo que se ve, no tenías suficiente conmigo y querías más o necesitabas otras relaciones para vivir tu propia exaltación a lo imposible. La vida es sobre todo honor y sometimiento a los compromisos, no es otra cosa aunque tú la quisiste manipular y acomodar a tus modos». Y yo, ahora, te respondo, amor: cuando tú no estás, mi plan, mi actitud de compensación, es asegurarte, darte garantías de que tú eras suficiente y sobrepasabas todas las exigencias requeridas para tener una vida plena tanto espiritual como afectiva. Lo otro eran emociones momentáneas sin ninguna trascendencia. Además, por esa razón y como castigo a mis desacatos, te soy ahora absolutamente fiel. ¿Será entonces que si he entrado en una situación de calma y regodeo —entregado a mi soledad—, es porque la vivo contigo, unidos siempre, aunque solo seas una sombra y estés o no estés (en mi corazón al menos sí estás)? ¿Será que estoy recreándome de ser un mártir profesional o de serlo como costumbre, con un estilo de vida alineada en le espiritualidad? Es indudable que, a mi edad, con quien vivo mejor es conmigo y acompañado del sentido clamoroso que me trae tu presencia… También estimula mi sentimiento oculto el desconsuelo, el hecho de ver cómo la vida se me termina. Y daña mi ego esa sensación de insatisfacción, ese presentimiento de no haberlo hecho todo, haber sido utilizado, de haber sido exclusivamente un «peón de brega» instaurado por fuerzas mayores para su consumo, para saciar sus leyes poco claras, para calmar su antropofagia. «Es que la vida es así: lo importante es la vida interior, la espiritualidad», oigo que susurras a mi oido: «No le des tantas vueltas y acéptala como es». Y yo te contesto: ¡¡La acepto, la acepto. No faltaba más. Sobre todo si tu imagen está incluida!! Y tú continuas: «¿No es suficiente que me hayas tenido a mí?» Sí, te respondo yo. Contigo mi recompensa fue mucho mayor de lo que merecía…

jueves, 5 de noviembre de 2015


La virtud de ser algo más que una mosca
Solo tenemos que observar nuestro alrededor, ver como la vida se desarrollo frente a nosotros y, una vez convertidos en seres perceptivos, establecer nuestras conclusiones. Si nos fijamos bien y poseemos los necesarios conocimientos y la sensibilidad oportuna, advertiremos, apreciaremos que todas las cosas que nos rodean han sido acondicionadas a nosotros, a nuestra visión, a nuestra vida práctica, a nuestro entendimiento, a nuestra contemplación y nuestro uso doméstico, a nuestro sentido de la belleza… ¡Ah! y a nuestra noción del amor, a la sublime y creativa acción del amor. Es difícil creer en acciones casuales que están proporcionadas a nosotros, a nuestra vida práctica, a nuestro sentimiento, a la fuerza de gravedad, al equilibrio fisiológico, a las alteraciones y a los recursos visuales, a la aceptación de los fenómenos como causas naturales, a la apreciación y la interpretación de la música, al sentido del arte. Lo he dicho en muchas ocasiones: no soy creyente. Ese Dios expuesto por la Biblia, tan fantasioso, tan manipulado, incluso, tan infantil, no entra en mi cabeza, no lo digiere mi pensamiento, no lo admite mi sentido de la proporción ni mi seriedad científica. Por otra parte, yo, que en la vida busco una intensidad espiritual, un significado que me aproxime con mejores aptitudes a mi condición de persona, de ser humano, no solo un ser humano con un corazón, con un páncreas, con una venas, con un cerebro, sino un individuo con alma, con conciencia, con sentido de la caridad, con un amor hacia mis semejantes y con un sentido del horror y de la dicha, me cuesta aceptarme como un producto fortuito, como una casualidad, como un nacido en el mundo según el resultado  de una explosión del cosmos, y con la misma validez de una piedra… Hasta me produce una fuerte humillación el solo hecho de pensarlo. O sea: eso me obligaría a situarme en el mismo papel de un caracol o de una hormiga, o de una mosca de la fruta que vive solo tres días y que tiene como única misión volar alrededor de una manzana y tratar de sacar algo de ella y poco después se muere bien por sí misma o porque la liquida un insecticida… A nosotros los seres humanos nos veo otros valores, otras necesidades creadas por nosotros mismos o por la Naturaleza. Ese poder de discernimiento que se nos ha dado, algún significado tiene que tener…